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Palma a la vista

El balcón anuncio

¡Qué mejor que el reclamo esté en casa! L. D.

Estamos en un largo barbecho de empleo así es que florecen distintas iniciativas para no hacer de nosotros territorio estéril. Mientras se aguarda que las agencias de colocación dejen de comportarse como si fueran tierra de nadie, hay quien hace de su balcón el terreno más adecuado para darse a conocer. ¡Y sin salir de casa!

Hasta el momento los miradores reflejaban los que somos, revelando pizcas de nuestra personalidad que pasan desapercibidas y que no aparecen jamás en los currículos.

A ver, si usted cuelga una bandera se le supone fervor patriótico de un lado u otro según los colores, las geometrías y otros símbolos del trapo, pero si persiste en mantenerla raquítica y descolorida, dirán de usted que su patria está muy alicaída. Quizá como usted.

Si usted cuelga la ropa fuera le tacharán de exhibicionista y a más de uno le dará un patatús si enfoca bien lo que usted ha dejado colgado de los hilos porque hay mucho aficionado a ir por la vida con los prismáticos. Tal como James Stewart. ¡Cuánto daño ha hecho Hitchcock, entre La ventana indiscreta, Los pájaros y Psicosis no hay quién viva!

Volvamos a asomarnos a ese balcón en el que alguien hace sitio al hortelano que lleva. En el barrio le apodan el lechuga y otros asegurarán que es un verde por necesidad.

Nada será tan rotundo como el que convierte su veranda en una feria con sus guirnaldas y lucecitas del bazar oriental de la esquina. Hay quien aún las mantiene, pasadas las fiestas de Navidad, porque son legión los que se resisten a quedarse a oscuras y hacen de su ventanal un altar de luz y color. ¡Ni Marisol, vaya!

No nos olvidemos de los amigos de los pájaros, enjaulados, que despiertan cada mañana al vecindario con sus trinos, sus cucús y sus palabras de loro. ¡Una pesadez!

Ya vemos que hay toda una lección de sociología con solo echarle un vistazo a los ventanales de Palma. Pero tras las banderas, los pájaros, la ropa interior y las lechugas hay quien convierte su balcón en portal de anuncios.

Palma es bastante sobria en hacer del geranio el rey del balcón, como mucho suele colgar el ramo de Pascua de su veranda reseco ya tras el azote del Domingo de Ramos. A diferencia de ciudades como Sevilla o Córdoba que convierten las fachadas de las fincas en decorados, aquí lo que priva es la austeridad. Salvo cuando la necesidad aprieta y el ingenio asoma por la ventana.

En un balcón lleno de flores y plantas alguien ha colgado su anuncio de creación y mantenimiento de jardines. Para vender la mercancía, ha dejado su veranda como un tapiz de La Provenza. Se agradece verlo los días de invierno, cuando somos hijos de Josep Pla y de su Quadern gris, mimetizados con el cielo de agua.

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