Se acerca la celebración de Sa Fira de Porreres y con ello la segunda aparición pública de los nuevos cabezudos, es Saig y es Sereno jove recuperados por el Ayuntamiento y que ya reaparecieron durante las pasadas fiestas de Sant Roc.

El historiador Bartomeu Garí explica que unos meses antes de Sant Roc, Cristina Jorquera convocó a una reunión al regidor de Cultura, Bernat Bauçà, al creador Miquel Morlà y a él mismo para exponer su nuevo proyecto, que no era otro que la edición de un cuento sobre los cabezudos de Porreres, sus vivencias de niñez con ellos y algunas otras cosas que le había contado su abuelo.

¿Por qué estos dos?: "Tras varias reuniones y después de haber visto imágenes de estos cabezudos desaparecidos, decidimos entre todos el rescate de estas imágenes que dejaron de animar las fiestas a finales de los años setenta del pasado siglo", comenta Garí. "También pensamos que estaría bien recuperar las denominaciones de Saig y Sereno, ya que en estos momentos no se usan porque se les denomina municipals, aunque no hace demasiados años era todo lo contrario".

Ambos caparrots son réplicas realizadas por la artesana Margalida Rosselló Barceló ya que los originales, debido a su uso continuado, se habían deteriorado y habían desaparecido. En julio de 1951 el consistorio presidido por Antonio Gornals Escarrer decidió adquirir unos cabezudos a la empresa El Ingenio de Barcelona, fundada en 1838 por la familia del escultor y comediógrafo Lambert Escaler i Milà, que aún se dedican a la elaboración de figuras de cartón piedra. El verano de 1952 hicieron su primera aparición pública y así hasta finales de los 70. Algunos de los portadores fueron: Miquel Bonet Colomer, Bartomeu Barceló Sandalio, Guillem Mestre Molino, Pep Aguiló Mel·lo... Más tarde se incorporaron los actuales caparrots más conocidos.

Ahora su función será meramente institucional, como lo son los gegants de Porreres: en Roc y na Bet. La intención es que salgan a la calle durante las tres fiestas señaladas: Sant Roc, Sa Fira y Pascua, siempre acompañando a las autoridades y con una vestimenta payesa mallorquina. La idea es que sus portadores sean los quintos de cada año por sorteo.