-¿Qué se siente al ver el diagnóstico?

-Es muy frío. Abres un papel y lees ´compatible con carcinoma ductual infiltrado´. Piensas que no puede ser, que porqué te ha tocado a ti. Pero hay que reaccionar rápido.

- ¿Hay tiempo para pensar?

- En seguida te encuentras entre pruebas y analíticas. Te obligan a afrontar el cáncer sin tiempo para asimilarlo.

-¿Eso es lo más duro?

-Para mi lo más difícil fue tenerlo que comunicárselo a los tuyos. La palabra causa tanto pánico que es complicado... el dolor de los padres, de mi hermana; una sensación de inseguridad.

-¿Cómo notó que podía padecer un cáncer de mama?

-De eso hace algo más de un año, en verano de 2013. Empecé a adelgazar y me noté un bulto en el seno derecho. Tras la revisión ginecológica y una mamografía se evidenció que existía una tumoración. Doce días después ya me operaban.

-¿Era optimista?

-Siempre lo he sido, así que pensaba que sería lo mínimo, que no me tendrían que extirpar el pecho. No fue necesario, pero sí que tuve los ganglios afectados y la operación duró más de la cuenta.

-¿Es más duro el golpe o tener que levantarse?

-Cuando primero el médico te dice que todo ha ido bien y que se ha podido eliminar el tumor, luego no entiendes al oncólogo. Entonces es cuando recibo otra bofetada y necesito la ayuda de un psicólogo.

-¿Por qué?

-Porque te explica que pese a todo necesitarás quimioterapia, radioterapia y tratamiento hormonal.

-De las buenas sensaciones a los baches otra vez

-Los oncólogos son unos grandes profesionales, que estudian y personalizan cada caso. Así que supongo que es una cuestión de ser gradual. Al final descubres que la quimio no es una tortura sino que es la solución al problema. ¿Le cuento lo que entonces me pareció más traumático?

-Adelante

-¡Que se me cayera el pelo!, ya ve que tontería. Llevaba media melena, rizada y empezó a caerse por zonas.

-¿Y qué hizo?

-Lo primero que haces es cortártelo corto, para ir acostumbrándote ante el espejo supongo. Después me lo rapé. Ahora cuando lo recuerdo me entran ganas de reir porque era una cosa totalmente secundaria y temporal. Después ya me puse pañuelo, desde Navidad a marzo.

-¿Qué pensaba antes de las mujeres que portaban pañuelo?

-Pensaba, pobre lo que le está pasando. Pero ya no. Ahora veo que son unas verdaderas luchadoras.

-¿Y no pensó en una peluca?

-No, eso lo tenía claro. Porque no suele haber rizadas y por alergia. ¡Usted no sabe lo que me he gastado en pañuelos y sombreros! [risas].

-¿Cuánto cuestan?

-Unos 60 euros en tiendas de oncoestética. Son mucho más agradables al tacto.

-¿Sus alumnos la vieron?

-Al principio me incomodó que me preguntaran que qué me pasaba o por qué llevaba un pañuelo en la cabeza.

-¿Las cicatrices son un símbolo de...?

-En un primer momento te miras y ves una imagen desmejorada de ti, pero pronto vi que se trataba de un recuerdo de una batalla ganada.

-¿La comida sabe diferente con la quimio?

-Todo sabe a hierro oxidado, a naranja amarga. Esos hace que no tengas ganas de comer nada, te quieta el hambre.

-¿Y entonces cómo arreglarlo?

-Mentalizándote. Hay que comer para que las analíticas previas a la quimioterapia de cada veintiún días estén correctas, porque si no hay que esperar veintiún días más. O sea que me planteé llevar una dieta hipercalórica con semihipnosis: me imaginaba el sabor de cada alimento, me autosugestionaba de lo bueno que debía estar. Hay que alimentarse bien, también porque es muy importante para la piel, para que no envejezca con el tratamiento.

-¿La quimioterapia es un ogro?

-Como le decía es la solución al problema. Pero cada sesión puede ser distinta. Algunas veces tenía ganas de salir a cenar cuando terminaba, y en otras tenía que irme directamente a la cama. De todas formas hay que tomárselo como algo especial.

-¿Cómo?

-Empezando por programar la mañana. Me maquillaba, me vestía como si tuviera una cita importante, me ponía mi pañuelo más bonito y me iba con mi hermana al hospital con unas cuantas revistas. Había que estar perfecta.

-¿Algún otro truco que pueda funcionar en esos momentos?

-Es importantísimo no aislarse, compartir lo que te pasa o no, si no quieres, pero no te quedes en casa. Hay días que estarás enfadado con el mundo o la Iglesia, pero hay que tener una actitud positiva y nunca autocompasiva.

-¿Y cómo continuó con su vida normal teniendo un hijo preadolescente?

-Mi hijo siempre me había considerado una todoterreno, así que no podía decepcionarle. Durante todo el proceso, exceptuando tres días, siempre me levanté a las siete de la mañana para desayunar con él. Siempre intenté explicarle lo que pasaba. Al final incluso bromeaba, me decía "no tienes ni un pelo de tonta" [risas].

-¿Es más sencillo afrontar un cáncer del que entre el 85% y el 90% de las mujeres se curan?

-Yo lo comparo con subir el Himalaya. Sabes los porcentajes pero no estás seguro si podrás subir. El día de la operación es duro. De todas formas lo que es muy importante es que hoy en día se personaliza cada tratamiento.

-Usted es maestra en el colegio Joan Veny i Clar de Campos¿Ya se ha reincorporado?

-Soy la secretaria del centro. Curiosamente me reincorporo el días después de la conferencia del próximo día 29 en Manacor.

-Ahí hablará de su experiencia en positivo...

-Así es, a través de un powerpoint y contando mi caso, lo que pretendo es servir de ayuda.

-¿Alguna secuela física a parte de una cicatriz en el pecho?

-Me quitaron los ganglios del brazo derecho, por lo que perdí mucha fuerza. Solo puedo aguantar el peso de una chaqueta, pero puedo escribir. ¡Pero después de todo eso no es nada!.

-¿Tras más de un año, es usted la misma que antes?

-No. Nunca volveré a ser quien era. Me he vuelto egoísta y egocéntrica, es decir, soy el centro de mi propio mundo. Ahora quiero más tiempo para mí y para mis amistades; si la casa no está limpia y me invitan a un café, pues paciencia, voy a la cita. Te tomas las cosas con la paciencia de una persona mayor y las miras con la perspectiva de un niño, trabajar con ellos cada día te da esa espontaneidad. La vida ahora la vivo, no la programo.

-¿Le gusta el rosa o es una cuestión de activismo?

-Antes veía el color rosa como una tontería, vestirlo lo consideraba como una feminidad mal entendida. Ahora no, para mí ahora es un símbolo de lucha. Como ve siempre llevo algo de ese color.