Propietario de ´Sin Cómics´. Hace una década que regenta en Manacor la única tienda oficial de cómics de la Part Forana. Ha sobrevivido a los peores años de la crisis con éxito: "no podría ni tendría tiempo para navegar con un yate", y no vislumbra un futuro a medio plazo de viñetas sin papel.

—Si ahora es una cosa rara, ahora con la crisis lo es aún más... ¿Una tienda de cómics?

—En 2004 empezó siendo de diseño gráfico y publicidad, pero ya al año siguiente monté Sin Cómics. En realidad no era la primera, hace 28 años monté Excalibur, en lo que fue la sede del PSOE en Manacor y hoy es un restaurante.

—Pues lo que le decía

—La abrimos entre dos y creo que yo era el mejor cliente. Debo ser masoquista con los temas que me interesa sacar adelante, supongo.

—¿Usted y los lectores de historietas son unos frikis?

—Odio esa palabra, entiendo que es una cuestión de márketing pero creo que es denigrante, y es que no lo soy. ¿Sería raro por leer libros?. Todavía hay gente que ha entrado aquí preguntándome qué tipo de tienda es esta. Siempre contesto que es una librería.

—¿Los cómics son cosa de niños o de treintañeros?

—Cada año hay lectores nuevos. Algunos, así como van creciendo, los abandonan por otras cosas que consideran más interesante. Pero, hablando claro, quienes hacen que la tienda siga abierta son los aficionados a los cómics de entre 25 y 40 años. Digamos que los niños de 12 o 13 son de temporada, de uno o dos años, y los demás son los que me dan de comer.

—Perdóneme mi incultura a estas alturas, ¿Qué es exactamente Manga?

—Simplemente cómic en japonés, como en otros países de llama de forma distinta. En España, como es otras tantas cosas, hemos copiado el término anglosajón.

—¿Qué diferencia hay entre una novela gráfica y un cómic?

—La novela gráfica es más gruesa y tiene un principio y un final. El cómic book viene grapado y la historia, que dura entre siete y veinte entregas, puede llegar a encuadernarse después.

—¿Por qué no hay lectores de cómic en los transportes públicos?

—Porque son demasiado cuidadosos. La mayoría de editoriales los imprimen en un papel brillante de gran calidad, pero muy delicado que enseguida se agrieta y es caro.

—¿Y en las bibliotecas?

—Hay un poco de oferta en algunas. Quiero pensar que más que por presupuesto es porque no hay demanda.

—¿La piratería también le afecta?

—Incluso más que a la industria musical o al cine, porque es una venta minoritaria y los efectos se notan más. Como en los otros dos casos, también existen páginas de descarga de cómics muy fáciles de encontrar. Aunque también pienso que no es un daño excesivo; es decir, pienso que quienes se los bajan no serían nunca compradores de cómics en papel.

—¿Y el IVA?

—Solo grava el 4% del precio, pero ahí hay trampa. El precio ha subido como las demás cosas, porque los materiales como el papel o la tinta también lo han hecho. Es un efecto dominó.

—¿Cuál fue el primero que cayó en sus manos?

—Fue un Capitán Trueno, a los nueve años. Lo compré con la paga de diez pesetas que me daban cada semana en la Imprenta Rosselló por paginar y doblar la revista Manacor Comarcal cuando salía de clase. Allí había Jabatos o Mortadelos, eran buenos tiempos.

—¿La tableta matará también al cómic?

—No lo creo. Yo personalmente necesito el olor, el tacto del papel, tanto si es nuevo como si es antiguo. Pero quien sabe, a lo mejor algún día las tabletas podrán expulsar olor a papel...

—Critíqueme los cómics de superhéroes

—Las historias son ya muy repetitivas. Pueden sorprender a un lector que se inicia en este mundo, pero no a un conocedor de los personajes. Además ahora se utiliza una violencia tan extrema en las viñetas, que pierde por completo su sentido y se convierte en algo absurdo y contraproducente. Particularmente creo que hay mucha más en cuentos infantiles como Caperucita Roja, ¡un lobo que se come a una abuela!.

—¿Qué opina de sus adaptaciones al cine?

—La mayoría son ridículas y penosas. Hay algunas excepciones, como la trama del último Capitán América o el primer Batman. Las demás adaptaciones son difíciles de creer. Superman siempre ha gustado porque es bueno, no malo ni vengativo, por ejemplo.

—Yo le digo un nombre y usted me dice qué personaje podría ser, ¿de acuerdo?

—Vamos.

—José Ramón Bauzá

—José Ramón tiene pinta de supervillano, de esos a los que no les espera un buen final... Creo que es patético. Defiende un mallorquín que ni él mismo entiende.

—Mariano Rajoy

—Es un payaso con la lengua de trapo. A veces me da cierta lástima. La constitución está hecha por hombres, ¡no es sagrada!.

—Pedro Sánchez

—No sería ni un superhéroe. Es una persona normal que tiene aspecto de modelo.

—El alcalde Antoni Pastor

—Sería Lex Luthor. De él todavía no entiendo que en su momento se opusiera a que pasara un tranvía por Manacor.