Con 27 años aprobó las durísimas oposiciones a juez y desde el pasado 21 de mayo trabaja como refuerzo en el juzgado de Instrucción número 2 de Palma, donde investiga delitos y juzga faltas. Es del Barça, jugó de alero en el sa Pobla Bàsquet y le encanta relajarse practicando senderismo, algo que podrá seguir haciendo a partir de ahora entre juicio y juicio.

—Sa Pobla puede presumir de tener entre sus vecinos a cuatro juezas y a un fiscal. ¿Es un pueblo con ganas de justicia?

—Debemos ser el pueblo con más jueces por metro cuadrado de España. Pero creo que es una casualidad. Lo que sí está claro es que la gente puede venir tranquila a sa Pobla, la paz está asegurada.

—Formó parte en mayo de la última promoción de jueces a la que el rey Juan Carlos I les adjudicó un despacho. Su nombre pasará a la posteridad...

—No lo creo, si acaso lo hará la próxima generación a la que el nuevo rey dé entrada.

—Bueno, ¿al menos piensa que habrá formado parte de un fin de ciclo. Cómo los jugadores del Barça o la Roja?

—Sí mi generación tiene que representar un fin de ciclo, espero que sea porque las próximas tengan unas mejores condiciones laborales que nosotros.

—¿Por qué cree eso?

—Aunque hemos aprobado las oposiciones ningún miembro de mi promoción, y tampoco parte de la anterior, tiene plaza titular de juez. Esto es debido a que se han creado plazas nuevas a las que nos presentamos a las oposiciones; pero luego no se han habilitado juzgados nuevos a los que podamos ir, por lo que tenemos que cubrir bajas o hacer de refuerzo en otros juzgados como si fuéramos jueces sustitutos, cuando en verdad no lo somos. Nuestra figura es la de juez con expectativa de destino. Esto nos genera mucha inseguridad porque no sabemos dónde estaremos dentro de seis meses.

—¿Cuál es el motivo?

—Que no se invierte en justicia. No se le puede decir a la gente que ponga denuncias y pedirles que esperen meses o incluso años a que llegue el juicio y que al mismo tiempo haya casi 400 jueces sin juzgado.

—¿Qué le empujó a querer convertirte en jueza?

—Un buen profesor. Empecé a estudiar derecho para ser interventora como mi padre y mis hermanos, pero en segundo de carrera tuve la suerte de tener a Eduard Ramón como profesor de derecho penal y provocó que quisiera dedicar mi vida a ello. Después él fue, junto a Raquel Solano, mi preparador de judicaturas.

—¿Ha sido sacrificado el camino?

—Mucho. Si con lo que sé ahora tuviera que volver a empezar a estudiar, no puedo asegurar que lo hiciera. Mi trabajo me encanta y es el mejor del mundo, pero las oposiciones son horribles. Te sientes tratado como un número e hipotecas unos años de tu vida por un examen que puedes suspender por detalles que nada tienen que ver contigo. Yo no soy de llorar, pero con las oposiciones he llorado mucho y, de hecho, creo que he acabado las lágrimas de por vida.

—Lleva un mes trabajando como juez. ¿Qué es lo que más te ha llamado la atención?

—El ser juez, aún no me lo creo. Cuando entro por la mañana en el juzgado y el vigilante de seguridad me dice buenos días señoría, me ruborizo. De hecho, el primer día que empecé y me lo dijo me giré pensando que había un juez detrás de mí.

—¿Qué se siente al saber que está en sus manos el futuro de una persona?

—Es una responsabilidad muy grande. Tienes que ser consciente de la importancia que tienen tus decisiones para la otra persona y no tomar medidas drásticas si no estás cien por cien segura. Vale más un culpable en la calle que un inocente en prisión.

—¿Los jueces juegan a ser Dios?

—No. Si hay algún juez que se lo considere es un prepotente. Nuestro trabajo puede tener más trascendencia y repercusión que otro oficio porque somos un poder del Estado y tenemos que preservar su dignidad. Pero nada más. Soy una persona de sa Pobla como cualquier otra, que el viernes pasado se fue de verbena hasta las tantas y con unas amigas que si me tienen que pegar una colleja me la pegarán. A ellas no les infundo respeto.

—Trabaja en el mismo edificio que el juez Castro. ¿Es un buen espejo en el que reflejarse?

—Sí que lo es, al igual que todos los jueces de instrucción del Juzgado de Palma. Son mayores que yo y por tanto tienen más experiencia y sabiduría, por lo que de ellos sólo puedo aprender. Me ha tocado la lotería con el juzgado de Palma y en especial con mi compañero de juzgado Pedro Barceló, es un crack. Y de los funcionarios que tenemos no puedo más que decir alabanzas.

—¿Qué opinión le merece que el juez Castro mantenga la imputación de la Infanta?

—No quiero pronunciarme al respecto. Es una causa abierta, de la que desconozco el estado y no tengo autoridad para opinar. Pero respeto el trabajo de Pepe.

—¿Deben convertirse los jueces en estrellas mediáticas?

—Creo que los jueces no buscan ser mediáticos, sino que es fruto de la sociedad de la información en la que vivimos. Ahora la gente conoce al detalle los casos más importantes y eso provoca que los jueces que los instruyen adquieran notoriedad. Esto tiene una parte positiva, ya que los jueces se saben más observados y cuidan al detalle su trabajo, pero por otra parte se puede crear una presión social sobre ellos, que no deben dejar que les influencie.

—¿Está a favor del indulto?

—No soy partidaria del indulto tal y como se contempla actualmente. Creo que es una figura necesaria para paliar casos en los que la justicia ha sido demasiado estricta, como la de la mujer que condenaron a la cárcel por pagar unos pañales con una tarjeta robada. Pero no es de recibo que en un país con separación de poderes, el poder político pueda revocar una decisión judicial sin explicar el porqué. El indulto debería quedar en manos del poder judicial.

—¿Tienen los jueces de la isla trabajo asegurado de por vida gracias a la corrupción?

—Por desgracia siempre tendremos trabajo independientemente de que haya corrupción o no, porque hay gente que por necesidad, egoísmo o maldad cometerá delitos. Thomas Hobbes tenía razón, el hombre es un lobo para el hombre.

LA PROTAGONISTA

Igualdad

¿La Justicia tiene manga ancha con los poderosos?

Es igual para todos porque las leyes que se aplican son las mismas. El problema recae en que vivimos en una sociedad capitalista donde la gente con más dinero puede costearse un abogado con más recursos. Éste tal vez puede tener más capacidades para hacer que su cliente salga menos perjudicado.

Corrupción¿La Justicia está siendo ejemplar con la corrupción?

No es la Justicia la que tiene que frenar la corrupción, sino la sociedad. La gente debe luchar para cambiar lo que no le gusta del sistema, manifestarse y no quedarse parada. También es cierto que si los jueces condenamos firmemente la corrupción es un aviso para futuros delincuentes.