Donde acaba el paseo del Ferrocarril de Manacor y debía empezar la malograda línea de tren hasta Artà (pasando por Sant Llorenç, Son Carrió y Son Servera), todavía quedan dos trozos de vía y un cartel alusivo a las estaciones y al coste del proyecto: 190 millones de euros, en buena parte sufragados por Madrid, que nunca llegaron en su totalidad.

En octubre la conselleria de Medio Ambiente y Movilidad anunciaba, tras muchas dudas, el futuro del socavón sin traviesas: 33 kilómetros de corredor verde con árboles, vallas de madera y áreas de descanso con un coste de cinco millones. Transporte público por ocio y deporte. Debía estar listo en junio, antes de verano; pero el retraso en la licitación alargó el plazo hasta septiembre. Superada la fecha inicial, la realidad revela que aún queda mucho por hacer en cada uno de los tramos en que se divide el proyecto. El trazado todavía presenta un aspecto desangelado, aunque un 80% de los árboles (pinos, palmitos o encinas) ya estén sembrados.

Desde Manacor se trabaja a contrarreloj para que, al menos, la senda pueda ir abriéndose por tramos. Unos 200 metros de árboles, plantados hace unos días, son poco rédito visual. Después, fuera de la trama urbana, el recorrido se allana sin pizca de verde hasta llegar a Sant Llorenç. Pese a estar prohibido el paso, muchos corredores y viandantes se atreven a adentrarse en él.

Y desde Sant Llorenç a Son Carrió, donde árboles escuálidos, algunos regados y otros deshidratados, se alinean a ambos lados de la calzada de tierra. En la estación de la pedanía, una de las pocas que Serveis Ferroviaris (SFM) no sacó a concurso para que fuera explotada para otros usos, unas máquinas y vagones abandonados y repletos de grafitis languidecen sin vigía, víctimas de un vandalismo que ha conseguido romper los cristales, entrar dentro y desvalijar algunas puertas y todo el entramado eléctrico. Los que debían pasar por ahí y que incluso el Pacte de Progrés llegó a comprar en Valencia antes de colocar los raíles, se reutilizaron para el trazado electrificado entre Palma e Inca.

Tras Son Carrió, excavadoras y más árboles en formación hasta Son Servera, donde de nuevo el verde de algunas ramas se combina con el marrón de árboles moribundos.

Robos y rejillas

La vía verde, que va por el mismo trayecto por donde debía pasar el ferrocarril, deja a nivel de vista (y salto) a muchas viviendas y fincas que sin tren no tendrán rejilla protectora. Algunos propietarios ya se han afanado a vallar por su cuenta a tenor de algunos robos cerca de Son Servera.