Era 1966 cuando Jorn Utzon (Copenhague, 1918) dejaba Sidney nueve años después de que los gajos de una naranja le indicaran el camino. Marchaba cansado y enfadado por los retrasos en la obra y por un presupuesto que crecía sin freno. Enojado porque la administración australiana le había quitado el control sobre una de las obras cumbre de la arquitectura contemporánea: los interiores de la ópera serían acabados por un grupo de arquitectos que ya no seguirían sus planos originales. Prometió no volver a pisar jamás Nueva Gales del Sur, mientras buscaba en el Mediterráneo un lugar donde descansar. Lo encontró en Mallorca.

Primero adquirió unos terrenos cerca de Felanitx, aunque la imposibilidad de edificar en ellos le arrastró más cerca de la costa, hasta Portopetro. Allí, entre 1972 y 1973 y junto al maestro de obras local Jaume Vidal, levantó Can Lis, una pequeña joya familiar hecha con materiales de la zona (marés y piedra de Santanyí) e integrada entre pinos y un acantilado de 20 metros.

Ahora, un año después de que se descubriera por primera vez al público, la Fundación Utzon (que la compró en 2011) ha abierto nuevamente el plazo de visitas a la vivienda: el 15 de agosto, 14 de septiembre y el 12 de octubre son las fechas que quedan. Y aunque la entrada es gratuita, hay que pedir hora (www.canlis.dk/es/) para no colapsarla. Después, los demás nueve meses del año, Can Lis se convierte en residencia para arquitectos, artistas o estudiosos de la obra del danés.

Tras una primera reforma en 1993, y una segunda y definitiva casi veinte años más tarde, la casa de Jorn Utzon en Santanyí (una de las dos isleñas, ya que finalmente construyó Can Feliz en Felanitx en 1994) luce sosegada, fiel a la obra original, libre de adornos y con la esencia desnuda de los bloques areniscos, la viguetas, los azulejos mallorquines y las bovedillas de barro curvadas. Tan local y tan nórdica, tan simple y recta que nada sobra y todo tiene su función.

De hecho, el ganador del Premio Pritzker de arquitectura en 2003 (lo que equivale al Nobel de la categoría) ideó la vivienda para el reposo familiar del matrimonio (la ´Lis´ del topónimo era su esposa) y Kim, uno de los hijos que por entonces aún vivía con ellos. Y así es. Dos baños, una cocina y dos habitaciones blancas, con estanterías de obra y mucha luz. Todo en cuatro módulos orientados a lo largo de un jardín y patios sin ningún exceso.

La distribución

Al abrir la puerta de entrada, una media luna se abre en la pared del recibidor y ofrece una primera ojeada al mar. A mano derecha se abre la gran terraza con pórtico de columnas cuadradas y abierta al horizonte. Tejas mallorquinas y sillas de mimbre donde sentarse y pensar entre salitre. Dentro, un comedor y una cocina de unos doce metros cuadrados. Enmarcados por fuera entre un bastidor de madera, los cristales de las ventanas, desde el interior, parecen levitar.

En el segundo módulo se halla la gran sala de estar. Una habitación abierta con chimenea, sofá y mesa de obra, en un diseño, otra vez en media luna para poder hablar siendo visto. Con las lámparas originales de los setenta. El tercer edificio es el de descanso: dos habitaciones y un baño, como en el cuarto, donde el estudio de Utzon, con sol de levante, se abre a otro patio con vistas marítimas y bancos fijos.

En los noventa, algunos dicen que por el frío y la humedad y otros que por el exceso de visitas que recibía de pupilos y admiradores de su obra, el genio de la ópera se marcha al interior, a s´Hostalet, la última de sus tres décadas en la isla, los años previos a que los problemas de salud recomendaran su traslado a Dinamarca, donde murió a los 90 años a finales de noviembre de 2008.

En febrero del año pasado, Can Lis fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC) por el Consell de Mallorca. Monumento patrimonial protegido pero con régimen de visitas: viajes diáfanos al alma de la arquitectura.