Hablar de vino es hacerlo de una de las bebidas más antiguas catadas por el hombre. De culturas y pasos, de técnicas y rituales para conseguir el mejor resultado (o en ocasiones el más barato), y de historia. Esa es la voluntad de la Confraria de Tastavins de Manacor, que ha reunido tres textos de investigación referidos a la antiguedad, a la época moderna y a la contemporánea y los ha ensamblado en un libro, un atlas local de la viña y su mosto, de lo divino y humano del caldo de uva.

Sus autores, Antoni Puig, Antoni Gomila, Albert Carvajal y Sebastià Sansó presentaron ayer el resultado: Parlem de vi, más de 200 páginas que explican desde las tipologías cultivadas y bebidas por los romanos de la zona, del auge de los siglos modernos, la decadencia en que la filoxera sumió las cepas con el cambio de siglo y la pervivencia de la calidad en las últimas décadas. Una colaboración desinteresada que anteanoche llenó el celler de la Institució Mossèn Alcover de Manacor.

El acto comenzó con sorpresa, el dios Dioniso, hijo de Zeus (o Baco para los romanos), bajo de las escaleras encarnado en la figura del actor Toni Gomila, y casi atragantó a los espectadores que esperaban algo más serio con una copa de vino en la mano. Con cornamenta de carnero, toga y hojas de viña pregonó la bondad y auguró la prosperidad para el cultivo local.

Las risas dejaron paso a la palabra más sosegada del economista local Antoni Riera, quien diseccionó la obra: "el significado de un vaso de vino es superior al de una bienvenida, cuando se transforma en palabra meditada, razonada". Toni Miquel, en nombre de la confradía más longeva de la isla, agradeció las colaboraciones y el ´milagro´ que supone la salida a la luz del compendio histórico.

El vino llegó a Mallorca como producto exclusivo y costoso, proveniente de Eivissa, donde los fenicios lo exportaron en el siglo VII a.C. El romano era una especie de mosto, uva directamente pisada a la que se añadían especias y conservantes diversos como miel, pétalos de flores o incluso agua marina y cuya mezcla se dejaba fermentar al sol. Era áspero al paladar, que necesitaba ser rebajado, pero con la ventaja de que ya era cultivado en tierras locales.

En Manacor encontramos vasijas de vino del siglo IV a.C. en el poblado talayótico de s´Hospitalet Vell. En el paleocristiano de Son Peretó (siglos V-VII d.C.), junto a la basílica y a las estancias religiosas y tumbas, también se ha encontrado una habitación con resto de actividades de herrería y fabricación de aceite y vino.

Los siguientes mil años, hasta la llegada del insecto de la filoxera, son analizados a través de diez preguntas por los investigadores Gomila y Carvajal. Para el hombre medieval el vino fue fundamental, hasta convertirse en un artículo de primera necesidad que debía reglarse y controlarse. En 1789 es cuando hay constancia de datos en hectolitros del vino en la isla: Felanitx era el primer municipio con 3.744 anuales, seguido de Porreres con 1.300, Binissalem y Manacor con 858. En 1862, el cultivo de viña en Mallorca alcanza las 21.000 cuarteradas, de las cuales ya el 49% estaban en Manacor.

En aquella época existían dos gravámenes característicos: La sisa, o sexta parte del precio de venta que todo corredor debía pagar al reino, bajo pena de 40 lliures en caso de no hacerlo efectivo. También pagaba todo aquel vino comercializado fuera del municipio donde la uva había sido recolectada. El otro era el diezmo o décima parte de la producción, a satisfacer tanto a la Corona como al Obispado. Basta con decir que en época medieval en Manacor los dos cellers más grandes del pueblo eran el de la parroquia y el situado en el Palau Reial.