Sea por la falta de recursos económicos, el aumento del coste de fabricación, la falta de energías eficientes o por la ruptura de la cadena generacional, lo cierto es que los tejares en Mallorca se convierten irremediablemente en otro ejemplo de extinción empresarial. Si hace una década quedaban activas 30 empresas dedicadas al cocido de tejas, materiales de construcción y piezas de barro, hoy en día solo quedan siete integradas en la Associació de Teuleres de Mallorca, según apunta su propio presidente, Miquel Torres, a su vez propietario de Can Benito, en Campos.

Un negocio en recesión y con poca producción que ha hecho que ya solo queden cuatro municipios con hornos activos: Vilafranca, Manacor, Felanitx y Campos, en las comarcas de Llevant y Migjorn, donde la tierra es más propicia para la elaboración de los materiales. De hecho a finales de este año, una empresa histórica como el Tejar Balear SA, decidió echar el cierre a su actividad fabril para dedicarse a la importación de piezas. Un cese que deja a Petra sin teuleres.

"Durante los buenos tiempos, solo en el municipio de Vilafranca llegaron a concentrarse hasta18 tejares", siendo el municipio de referencia. Incluso en las carreteras que pasaban junto al pueblo se advertía de la presencia de humos y la posible falta de visibilidad. Hoy todo eso solo son recuerdos. Municipios como Porreres, Petra o Marratxí y otros en teoría más potentes como Palma, ya no cuentan con una sola teulera y el panorama es fantasmagórico.

Las causas

Pero ¿por dónde hay que empezar para explicar el derrumbe?; Torres apunta a varias causas. La primera de ellas sería la crisis en forma de parón constructivo: "La falta de demanda ha hecho que muchos tiraran de ahorros todos estos años, hasta que no han podido más". Otra importante es la casi nula modernización y mecanización de las fábricas: "Tampoco se puede competir en este sentido con los precios de tejares de la península, con una producción (sobre todo de tejas, ladrillos y baldosas) más intensiva y de mayor infraestructura". El único recurso es la especialización en una serie de productos tradicionales y específicos para, por ejemplo, la rehabilitación, que se deban hacerse a mano o cuya producción sea tan baja, que no valga la pena comprar una máquina específica. "De todas formas hay que adaptarse a lo que la gente pide o necesita".

Y esa es la (otra) preocupación de buena parte del sector: la pérdida definitiva de piezas típicamente regionales como el escaló mallorquí, mucho más largo que el que se fabrica en la península (hasta 1,40 metros de longitud aquí por los 30 o 40 centímetros estatales); el goteró, la bovedilla curvada, el efecto de vidriado de miel o la balaustrada de barro cocido. "Con los tejares mallorquines también muere una parte importante de la arquitectura mediterránea. Sería muy interesante que los arquitectos pensaran más en nuestras industrias y utilizaran esos elementos típicos".

"La causa del relevo generacional es cierta, pero también es la consecuencia de lo poco atractivo que es actualmente el negocio", argumenta Torres, "yo soy la tercera generación, pero es muy difícil que quieras que un hijo tuyo se dedique a esto tal y como están las cosas".

Tampoco la energía necesaria para que todo funcione parece jugar a favor. Solo uno de los siete tejares que restan puede contar hoy en día con gas natural, "entre un 30 y un 40% más barato que el gas propano que se ha venido utilizando" para administrar calor a la cocción. "Ante eso no puedes luchar; los combustibles se han incrementado hasta el punto de que muchas veces encender el horno cuesta más que el valor de venta del producto. Nosotros mismos hemos tenido que eliminar piezas del catálogo porque ya no salen a cuenta".

El futuro, a corto y medio plazo, parece estar en la especialización y el recambio de piezas lo más parecidas a los originales, ya sea para agroturismos como para residencias campestres. La zona de permanencia de las últimas teuleres no es casualidad. El este y sur de Mallorca siempre se han caracterizado por la calidad arcillosa de la tierra y la poca presencia de residuos pedregosos.