Jaume Pascual Martí es un aficionado belenista con más de una década de experiencia. Con cada Navidad, su escenificación, emplazada en el restaurante del Castellde sa Punta de n´Amer en Sant Llorenç, va acumulando adeptos. Estos dos últimos años ha cambiado de modelo y ha acercado la composición a un diorama artístico que ha conseguido llamar la atención de muchos visitantes.

Se trata de un montaje técnicamente complicado y muy realista, que se consigue gracias a la ayuda de un sistema informático que controla toda la parte técnica. En él trabaja prácticamente todo el año, con la única ayuda de la agrupación belenística Francesc Rosselló y de algún que otro amigo. El belén se tiene que contemplar desde dentro de una cámara oscura (donde caben unas cinco personas) para poder apreciar los efectos de iluminación y sonido.

Durante cinco minutos la escena pasa por una noche de tormenta, con rayos incluidos, pasando por la calma de la salida del sol y hasta el ocaso del día. Todo ello conseguido con unos efectos luminosos y una música celta de fondo debidamente sincronizada.

Eso es posible gracias a 85 bombillas y más de cien leds que iluminan la escena, además de diferentes proyectores que simulan la tormenta y el sol. El montaje del belén se realiza por partes: primero en el taller para después, a mediados de noviembre, montarse en el lugar definitivo dentro de la cafetería, para que aproximadamente el día 8 de diciembre se pueda abrir al público. Así permanecerá hasta el 17 de enero, festividad de Sant Antoni Abad.

Realizar este tipo de escenificaciones, dice Pascual, es costoso "ya que cada año cambiamos totalmente de decoración, pocas cosas sirven de un año para otro, salvo las figuras, que han sido elaboradas en exclusiva por el escultor gaditano Manuel Raposo".

"Para controlar las visitas tengo que tener una persona que regule el acceso a la cabina en grupos reducidos, ya que los fines de semana y festivos son muchos los curiosos que se acercan". En cualquier caso, las visitas le alegran: "porque esto anima a la gente como yo, que nos gusta continuar con la tradición de hacer belenes en Navidad". Su pasión le viene de muy pequeño y le entusiasma poder seguir haciéndolo año tras año, a pesar del coste económico. "Lo podría hacer por negocio e intentar sacar algún dinero, pero no es mi caso, lo hago por entusiasmo y porque me gusta", concluye Pascual.