La primavera regaló ayer un espléndido día de sol, y ya era hora, a la feria de Costitx, tal vez el evento comercial de la isla que más ha sabido reunir las esencias características de esta época del año y plasmarlas en la calle. A la feria de Costitx en flor no le falta ni le sobra nada. Nació hace pocos años, sin muchas pretensiones, y se ha consolidado como una de las ferias temáticas de la isla más atractivas para el público.

La prueba del carácter irresistible de la muestra ´costitxera´ está en la gran cantidad de personas que durante toda la jornada se acercaron hasta el pequeño pueblo del Pla, cuyo centro quedó totalmente saturado en determinadas horas punta. Entre las once y las doce del mediodía, la cola de coches que esperaba, con mucha paciencia, el momento de aparcar llegaba hasta la carretera Inca-Manacor. El gran aparcamiento que se había habilitado en una finca rústica situada a varios centenares de metros del casco urbano se llenó en poco tiempo. Y eso que había competencia. El mercado de Sineu, el municipio vecino, también arrastró a mucho público por su coincidencia en día festivo. Está claro que los mallorquines esperaban con impaciencia la salida del sol para echarse a la carretera en busca de sensaciones.

Ya en el interior de la localidad, los visitantes eran recibidos con numerosos adornos florales creados con mucha originalidad y voluntad por parte de los vecinos. De hecho, la participación popular es imprescindible para compensar la falta de medios económicos de un ayuntamiento modesto como el de Costitx.

El centro de la localidad se convirtió en un gran escaparate de flores y plantas que otorgan un color especial a la feria. No faltaron los típicos arreglos florales junto a la iglesia que ofrecían al visitante la sensación de pasear en un gran jardín. En la plaza del Ayuntamiento llamó la atención una pequeña muestra de motos antiguas, con predominancia de vespas, también adornadas con motivos primaverales.

Como suele ser habitual en la feria de Costitx, los tres cabezudos que representan a los Bous prehistóricos cuyo regreso es reivindicado desde hace tiempo por la localidad volvieron a interpretar una curiosa danza ritual.

Como no podía ser de otra forma, los productos de la tierra, principalmente las plantas y flores de todos los colores y tamaños, fueron los auténticos protagonistas de una feria que ofrece muchos más atractivos en forma de productos alimentarios, artículos medicinales, piezas artesanales o paradas de libros.

Las diversas exposiciones instaladas en diferentes espacios del pueblo también fueron muy visitades, con especial mención a la muestra de bonsais ubicada en la terraza de un lujoso hotel de interior y que invitaba a la contemplación pausada.

Tras una semana de cielos nublados, la primavera fue generosa con el pueblo que, cada primero de mayo, le brinda un cálido homenaje.