Desde tiempos inmemoriales, el Mediterráneo ha aportado riqueza, y también desgracias, en toda la costa mallorquina. El Port de Pollença no es una excepción. Antiguo puerto de pescadores hoy reconvertido en núcleo residencial y turístico, ´eu Moll´ mantiene una pequeña colonia de profesionales de la pesca que ahora celebran el primer siglo de existencia de la Confraria de Pescadors, la primera de la que hay constancia en la isla.

La asociación de pescadores es en la actualidad un reflejo de lo que ha significado a lo largo de estos cien años, pero se resiste a abandonar una actividad milenaria que, a pesar de los cambios experimentados, sigue recogiendo frutos. El centenario permite a la Confraria de Pescadors repasar el pasado con orgullo marinero, pero no puede evitar asomarse al futuro con una cierta desconfianza. La sobreexplotación de las aguas, la menor valoración del trabajo de los pescadores y la burocracia se perfilan como los nuevos enemigos de la gente del mar.

La Confraria de Pescadors del Port de Pollença nació el día de Tots Sants de 1912 para responder a la necesidad de hacer piña en la defensa de los intereses de un sector que a lo largo de este siglo ha alimentado a muchas familias del municipio. Hoy apenas son 23 pescadores profesionales quienes integran la cofradía, con una flota de trece barcos de arte menor y una ´barca del bou´. En los mejores tiempos de la cofradía llegó a haber 55 barcas.

"La función principal de la Confraria es la de tramitar el papeleo que afecta al sector, consumido por la burocracia; si uno sale a la mar a faenar no puede asumir todo este trabajo administrativo", explica Joan Suau, patrón mayor, en la sede que la cofradía conserva en la primera línea del Moll, adornada con decenas de retratos de los viejos ´lobos marinos´ que han escrito la historia pesquera del municipio del Nord.

Cada uno de los pescadores asociados trabaja para sí mismo y las ganancias están directamente vinculadas al género recogido en el mar. Todas las capturas se subastan en la Llonja de Palma, único puesto autorizado de la Organización de Productores Mallorca Mar, de la que la cofradía ´pollencina´ forma parte. Han quedado atrás los tiempos en que el pescador vendía directamente el género fresco a su llegada a puerto tras una larga jornada de faena.

"Esta actividad da para vivir, pero cada vez menos", afirma Suau, harto de tener que "torear" a la vez con el Govern, el ejecutivo central y la Unión Europea, administraciones ante las que tienen que rendir cuentas. La crisis económica tampoco juega a su favor. "En estos tiempos, el pescado de gama alta como la langosta, el ´cap roig´ o el ´gall´, es más barato".

A pesar de ello, los pescadores saben que la captura de estas especies es fundamental para la supervivencia del sector. De abril a agosto, la mayoría se dedican a la pesca de langostas. "Cuando finaliza la temporada, la gente tiende a ramificarse más: unos se dedican a los calamares y otros a otros tipos de pescado". De diciembre a abril, el ´jonquillo´ es la especie más codiciada, aunque ahora deben esperar órdenes de Bruselas para volver a pescarlo este año, después de que una inspección realizada el pasado febrero considerase ilegal la captura. "Esperemos que esto no tarde mucho en arreglarse porque si no podemos pescar ´jonquillo´ este año, habrá barcas que se replantearán su continuidad".

La voz de la experiencia

Mateu Albertí Ensenyat, de 83 años, Francisco Pérez Ensenyat, de 67, y Pep Font Martí, de 72, son tres pescadores jubilados que han ejercido la actividad en el Port de Pollença desde que eran niños. Conocen el mar a la perfección, pero no por ello dejan de respetarlo. Los tres han vivido situaciones embarazosas en alta mar, desde temporales bestiales (´pallisses´, en su propia jerga) a pérdidas de compañeros, desaparecidos bajo las aguas mallorquinas sin poder hacer nada por ellos.

Recuerdan con nostalgia los mejores años de la cofradía, cuando ésta incluso ejercía de escuela para los niños. "Fue el primer colegio oficial de Pollença, destinado a los niños del puerto y gestionado por los marineros, aunque también venían los hijos de los militares de la Base", explica Mateu.

Eso sí, el oficio de pescador se aprendía a base de madrugones y jornadas interminables en alta mar, a 20 o 25 millas de la costa "como máximo". "Podemos decir que hemos vivido bien; no nos hemos hecho ricos, pero si uno se espabila da para vivir; si lo recogido no bastaba, pues había que probar otras artes de pesca", afirma Francisco Pérez.

Estos veteranos están convencidos de que "antes se trabajaba más, la pesca ha evolucionado a peor, en parte porque antes había más pescado en el mar que ahora", participa Pep Font. En la sobreexplotación de los recursos marinos tiene mucho que ver el auge de la pesca recreativa. El presidente de la cofradía, Joan Suau, explica que "en la actualidad hay centenares de barcos de recreo en el Moll, cuando hace años eran sólo unas cuantas, y el problema es que los aficionados capturan cien veces más pescado que los profesionales; la ley no es tan rigurosa para ellos".

Pep Font señala que "los políticos también son aficionados a la pesca recreativa, y nadie tira piedras sobre su tejado", en referencia a la poca voluntad que aprecian en las instituciones para regular esta actividad. La clase política está en el punto de mira de estos pescadores. "No miran por nosotros", coinciden. Ademas, la crisis ha incrementado la "competencia" en el mar. "Ahora hay mucha gente en el paro y la pesca es una alternativa", dicen. A pesar de todo, "el mar es algo que te atrapa de por vida".