El solar que ocupa la antigua fábrica de licores, las ruinas del edificio y las viviendas que fueron construidas por el abuelo de Feliciano Fuster fueron donadas por el ingeniero, propietario del ochenta por ciento de todo el complejo, a la asociación Amadiba con la condición de habilitar un centro para discapacitados en el antiguo equipamiento industrial, hoy abandonado. En caso contrario, el complejo pasará a ser propiedad directa, a partes iguales, del Ayuntamiento y la parroquia de Santa Margalida.

La posibilidad de reformar la fábrica para reconvertirla en un centro para discapacitados "no está contemplada en las normativas urbanísticas" y el Ayuntamiento "no tiene intención de modificarlas porque debe mirar por el interés común de los ciudadanos", explica el alcalde Miquel Cifre.