Pierre Chante. Escritor. Es un fabricante jubilado de sillones y aparatos para dentistas. Su trabajo le proporcionó la experiencia necesaria para acometer, a sus 77 años, lo que realmente le apasiona: escribir novelas. Francés de nacimiento, pero amante de Mallorca. No dudó en comprarse una casa en Pollença, donde pasa varios meses del año. Está tan enamorado de la población mallorquina que ha situado parte de la trama de su última novela, Fortaleza, en Pollença. Se trata de una obra de ficción que ahonda en el conflicto religioso y en el terrorismo de Al Qaeda.

—¿Cuándo llegó por primera vez a Mallorca?

—Fue en 1964, en mi luna de miel. Estuve con mi esposa en Santa Ponça; allí solo había dos casas y una playa maravillosa. Desde entonces hemos venido cada año. Descubrimos Pollença y nos enamoramos. Alquilábamos un apartamento cada verano hasta que hace unos años nos compramos una casa. El primer año que estuve en Mallorca alquilé un Seat 600 para ir a sa Calobra. Imagínese con un 600 por aquella carretera aún sin asfaltar. Nos pareció una aventura fascinante. Era como descubrir una tierra virgen.

—Qué diferente de la actualidad, ¿verdad?

—Ya lo creo. Pollença no está tan cambiada pero Santa Ponça está irreconocible. Cuando la conocí era una cala virgen, un paraíso. Ahora parece una pared de cemento. Valldemossa era un pueblecito que me recordaba a los del sur de Francia, con su café, sus vecinas hablando en el portal... Ahora parece todo postizo; enfocado hacia el turismo. Le falta el encanto de la sencillez de antaño.

—¿Le recordaba a su casa?

—Nací en un pueblo a 60 kilómetros de Montpellier. La gente de allí vivía –y vive– de forma similar a la de Mallorca. Van al café por la mañana a desayunar, leen el periódico, comentan la actualidad y los resultados deportivos, se reúnen y conviven de forma muy parecida a lo que veo en Pollença, por eso me siento como en casa.

—¿Por eso decidió que su última novela transcurriera en Pollença?

—No solo eso. Además he querido que se titulara como el rincón más maravilloso del pueblo: la fortaleza. Ha sido un lugar que durante años no se ha podido visitar y mantiene el encanto de lo prohibido. Yo tengo un pequeño barco y disfruto de acercarme y verla desde el mar.

—Leyendo su novela da la sensación que une una trama bastante original con un libro de viajes, por la profusión de descripciones que hace de diferentes puntos emblemáticos de Mallorca, el sur de Francia y el sudeste asiático.

—La trama creo que es actual porque trata de una joven, nieta de exiliados mallorquines a Francia, que quiere conocer la patria de sus ancestros. Tras el viaje a Mallorca, acompañada por su novio, siguen un camino de regreso diferente porque éste debe desviarse a Madrid por trabajo. Allí muere en los atentados del 11M. Eso da pie a que la protagonista, Marina, acepte un trabajo de investigación periodística para seguir la pista de una rama de Al Qaeda en el sudeste de Asia. Ello me permite describir lugares que conozco bien y que creo que el lector agradece. A causa de mi trabajo, he viajado por casi todo el mundo y mi familia ha sido muy aventurera. Tenía un tío protestante que se enamoró de una chica católica. La familia impidió su boda y por ello emigró a Vietnam donde hizo fortuna. A través de él supe mucho de la forma de vida y de la geografía del país. Doy muchos detalles en mi libro, porque me gusta que la gente sepa de la riqueza de esos lugares.

—En su novela hace especial hincapié en algunos puntos de Mallorca, como Inca, Lluc o Pollença ¿Por qué?

—Bueno, Lluc es el corazón de Mallorca; es el sentimiento de los mallorquines, su lugar íntimo y de una gran belleza. Cala Tuent es impresionante. Cuando hace calor tomo mi motocicleta y me voy a Lluc. Allí encuentro la paz y el descanso. Inca es el ejemplo de esfuerzo de los mallorquines, el impulso comercial y fabril. Sus zapatos son famosos en todo el mundo por la calidad. El Dijous Bo es una demostración de su importancia. Cada año voy y es una de las ferias más sinceras, porque su objetivo es comercial y no turístico. Y Pollença es mi segunda patria. No hay nada comparable a Pollença y se lo dice alguien que ha viajado por todo el mundo. Yo vivo en Francia en invierno por mis nietos, si no fuera por ellos residiría siempre en Pollença.

—¿Cuantos libros ha escrito?

—Fortaleza es mi tercera novela. El primero fue Rue Catinat y el segundo se titula J'aurais voulu te dire...

—Pero solo se ha traducido al castellano Fortaleza ¿Por qué?

—Sí, me convenció mi distribuidor en Mallorca. Ha vendido en la isla unos 200 libros de la edición original en francés y me dijo que si se traducía seguramente gustaría mucho. Una prima de Madrid me ha ayudado en la traducción y, gracias al esfuerzo de varias personas, hemos sacado adelante la edición en castellano.

—¿No tiene miedo por el tema que trata? Lo digo porque en su libro se nota un especial interés en incidir en el fanatismo islamista.

—¿Miedo? No. Hay que decir la verdad sin miedo. La gente debe saber lo que ocurre en Pakistán, en Afganistán, en los lugares donde el fanatismo religioso ha abocado a las gentes a una espiral de miedo y opresión sin solución. La diferencia entre cristianos y musulmanes estriba en que los primeros han superado el fanatismo y difunden su mensaje desde la tolerancia y el respeto y, como máximo, con la palabra. Los musulmanes aún están en la edad media y pretenden imponer sus creencias como sea, por la fuerza y aniquilando, si es preciso, al que no cree en lo que ellos pregonan. Religión y política es lo mismo para ellos y eso siempre ha sido muy peligroso, porque va en contra de la libertad de culto.

—¿Y qué solución tiene?

—No lo sé, pero pienso que el fanatismo religioso es el culpable de una gran parte de los males del mundo. Los musulmanes son fanáticos y su religión les espolea a que hagan la guerra a los demás. Vamos a terminar mal.

—Pero su novela acaba bien.

—Me dijeron que el final de mi primera novela era triste, así que esta acaba mejor, aunque he usado un recurso que permite que la historia continúe.

—¿Ha conocido a muchos exiliados españoles?

—Sí, conocí bastantes exiliados durante mi niñez. En el sur de Francia había muchos republicanos que huyeron de la dictadura. Nunca hubo problemas de convivencia, algunos eran cristianos, otros muchos ateos, pero siempre hubo respeto que es el mensaje y la reivindicación de Fortaleza.

—¿En qué trabaja actualmente?

—Preparo otro libro. Varios amigos me han pedido que escriba algo más personal, una autobiografía. Tengo muchos amigos médicos y soy muy conocido entre los profesionales. Dedico dos horas cada mañana a escribir. No lo hago por dinero; es que me gusta. Dejo que las historias fluyan sin planificar demasiado. Nunca se que pasará en la página siguiente.