Esta mujer, de tanta mano izquierda como espontaneidad, orgullosa de haber nacido en lo que fue villa y corte del rey Jaume II, es licenciada con honores en la universidad de la vida. Comenzó a trabajar siendo una cría y ahora inicia una nueva etapa existencial, en donde la familia sigue siendo su principal premisa.

–¿Tanto ha cambiado la vida de la mujer mallorquina desde que usted comenzó a ayudar en el ´celler´ familiar?

–Como de la noche al día. Aunque era la mayor, mis hermanos Guillem y Toni fueron a los franciscanos de Inca, en donde estaban a media pensión, mientras que yo fui a ses Monges Tancades de Sineu. Eran otros tiempos. Ahora las jóvenes son muy libres, en general, pues estudian, van a la Universidad, e incluso salen mucho a la península y al extranjero a formarse, algo impensable en mi juventud. Y puedo decir que he desarrollado diversas labores, incluso en la época que mi padre criaba varias clases de animales para la cocina, yo le ayudaba.

–¿Usted ha obligado a algo a sus dos hijos?

–Tanto a mi hija como a mi hijo les inculqué desde pequeños que tenían que estudiar, y ambos lo hicieron. La chica estudió Admistración y el chico de ingeniero, y ambos trabajan en la isla, residiendo en nuestro pueblo.

–¿Recuerda los primeros recados que le hacían sus padres?

–Lo primero que hacía, después del colegio, era ir a las carnicerías de Sineu a comprar las entrañas para hacer el ´frit´, el plato más famoso de nuestro ´celler´. Después, ya fui encargándome de otras responsabilidades, llevando desde joven el comedor y el bar, con mi padre, ya fallecido, al que recuerdo mucho por sus buenos consejos, y con mis hermanos.

–¿Y quién cocinaba?

–Mi madre, que ya ha cumplido 87 años, utilizando recetas familiares de platos muy mallorquines, que mantenemos hoy en día en la cocina. Aunque nos ayudaron durante más de tres décadas madò Maria Ratada y madò Magdalena Martorell, de las que aprendí muchas cosas buenas.

–¿Se maneja bien entre sartenes y pucheros?

–Lo mío ha sido atender a los clientes, siempre con una sonrisa, y procurando que se lo pasaran lo mejor posible. A veces hago algo de repostería.

–¿Siempre le ha dado la razón al cliente?

–El cliente puede que tenga casi siempre la razón, pero cuando no está a la altura de las circunstancias, hay que hacerle comprender que a lo mejor está errado.

–¿Es una mujer con muchas tablas?

–Con algunas, pues tuve tiempo para aprender a tocar la bandurria, animada por mi padre, entusiasta de la música. También hice teatro, en plan de aficionada. Y la verdad, fue para mi una experiencia que me ha valido mucho.

–¿Guarda tantas vivencias de su trabajo con la familia?

–Infinidad, incluso las de mis inicios en el ´celler´, cuyo edificio, que da a cuatro calles, mi familia compró a los antiguos propietarios al cabo de unos años. Por aquí pasaron personajes tan curiosos como variados, especialmente mayoristas de ganado que venían al mercado de los miércoles, cuando sólo podíamos utilizar la planta baja y lo que era la bodega, pues al principio se vendía vino en casa.

–¿Recuerda a algún personaje curios en particular?

–Recuerdo a l'amo en Just, quien se instalaba unos días en una de nuestras habitaciones, dedicándose a arreglar paraguas y cacerolas, por lo que durante los días que estaba en casa eran constantes las visitas de gentes, no solo de Sineu, sino de pueblos de los alrededores. Otro personaje famoso fue un comerciante de quesos de Maó, el cual se desplazaba hasta Mallorca, parando en nuestra fonda, dedicándose al trueque de quesos por sobrasadas que se llevaba a Menorca. Tampoco faltó un señor que venía unos días al pueblo, a punto de empezar les matances, a vender especias.

–¿Y cómo viajaban sus clientes hasta Sineu?

–Tanto los que venían de fuera de la isla como los de aquí empleaban, por lo general, el tren. Los de otros pueblos cercanos venían a comer, pues era el único lugar de la zona en que se servía comida. Venían en bicicleta o en carro, por lo general. Eran tiempos que casi no se veían coches.

–¿Algo difícil de entender por la gente de hoy?

–Seguro, aunque muchos jovénes de ahora, cuando lo explicas, no se lo creen. También le puedo decir que en los años en que había muchas minas de carbón en los alrededores, cada año por Santa Bárbara eran invitados los mineros por su empresa a comer ´frit´. Eran tiempos en que apenas había comodidades. Hasta no hace tanto, se cocinaba con carbón.

–¿Ha recibido a periodistas?

–Bastantes, incluidos equipos de televisión , lo mismo de la isla que de fuera. Una visita que recuerdo con cariño fue la que nos hizo, con un equipo de TV3, el comentarista gastronómico Pastellé. También hemos cocinado platos típicos nuestros como 'tumbet amb llom' y otros para televisiones alemanas, principalmente.

–¿Cómo es que la reina doña Sofía visitó Son Toreó?

–Hace unos años, en verano, la Reina paseaba por Sineu, con su hija Elena, su yerno Jaime de Marichalar y su prima Tatiana Radziwillm, que iba con su marido, el doctor Frucheaud. Llegaron todos, incluida la escolta, hasta Son Toreó. Y como doña Sofía estaba detenida contemplando nuestra fachada, salí a saludarla.

–¿Así por las buenas?

–Como yo soy muy natural, le di dos besos. Ella, risueña, me dijo: Qué fachada más bonita. Entonces, le dije que era mi casa, invitándola a visitarla. Su contestación fue: Me encantaría. Al final de la visita, se despidieron todos muy amables, encantados por haberles enseñado el interior de la casa, y yo le dije a la Reina: Me parece que estoy soñando. Fue cuando me dio un cariñoso pellizco en una mejilla, muy risueña ella. Luego, se me acercó un escolta, y me dijo: Sabe, ha estado media hora con la Reina, algo que no suele suceder con nadie.