Fue vegetariano. Ahora ya come de todo, pero, sobre todo, alimentos ecológicos. Es Carlos Montalvo de Andrés (Segovia, 1970), responsable de la empresa marratxinera Mallorcabío. Asegura que su sector no se ha resentido con la crisis: "Trabajan todos los que estaban y hemos ampliado la plantilla: de 5 a 8 trabajadores".

—Si contratan a más empleados, ¿eso es que el negocio va viento en popa?

—Si quieres alcanzar un cierto volumen de trabajo, necesitas un mínimo de gente para producir. Esta empresa solo vende lo que produce: todo son alimentos ecológicos certificados.

—¿Por qué se introdujeron en el sector de la alimentación ecológica?

—Cuando se fundó la empresa, la idea era hacer alimentos vegetales ecológicos, es decir, que no tuvieran nada de origen animal. Era un sector que en España nació en el año 1992 y del que en la isla no había tradición. Y le añadimos el valor de la ecología para que el producto fuera sano, sin las toxinas que pueda llevar un animal. Los fundadores de la empresa eran todos vegetarianos.

—¿Usted también lo es?

—No. Lo he sido y mucha parte de mi dieta es vegetariana, pero como de todo. Baso mi dieta en productos ecológicos siempre que puedo.

—¿Y los trabajadores son convencidos de la cultura ecológica?

—No, es complicado que todos los que trabajan lo sean o se lo puedan permitir. Tampoco es un requisito que pongamos para seleccionar personal.

—¿En qué se diferencia un producto ecológico de otro convencional?

—Varía desde las semillas hasta el final de la producción. Durante el cultivo no se usan pesticidas ni abonos químicos. La normativa europea de productos ecológicos dice que las semillas no pueden ser modificadas genéticamente. Además, se controla toda la trazabilidad de los productos.

—Entonces, ¿las verduras ecológicas viven mejor que el resto?

—Sí, yo creo que sí. Al final, esto va de volver a lo de antes. ¿Quién no ha tenido una huerta en casa? Yo la he tenido de pequeño y allí cultivabas sin echar nada raro. Y entonces, cuando sales de la huerta y te comes un tomate, dices: "¡Esto es un tomate!". Lo triste es que tengamos que certificar la agricultura ecológica, que tengamos que garantizar que no echamos ningún veneno a la tierra y a las plantas, y lo otro sea lo normal. Nosotros hemos de pasar muchísimos más controles que el que está envenenando la tierra.

—¿Qué opinión le merecen los transgénicos?

—En agricultura ecológica no están permitidos. Pienso que, si una semilla es como es, modificarla en un laboratorio no tiene sentido. ¿Para qué? ¿Para hacerla más resistente a un pesticida? Al final le acabarás echando más veneno y luego eso se va a tu organismo.

—Pero algunas modificaciones genéticas sirven para que las verduras sean más resistentes.

—¿Y necesitamos que la verdura aguante más? Cada producto tiene sus días y, si se conserva bien y se respeta la cadena del frío, resiste un periodo normal.

—Entonces es más difícil exportar alimentos.

—Si quieres coger las verduras en el sur de España y venderlas a 8.000 kilómetros, a lo mejor te interesa que te aguanten más. Pero la agricultura ecológica lo que también promueve es el consumo local y el desarrollo local, tanto de los agricultores como de empresas. Al final, todos estamos comprando producto hecho en China y todas nuestras divisas se están yendo fuera y no fomentamos el consumo local.

—Pero ustedes exportan.

—Ahora mismo vendemos en la península y Canarias, y estamos iniciando un plan para comerciar en la Unión Europea a lo largo de este año. Alemania es un mercado más maduro y, por tanto, es más difícil entrar, pero al ser tan grande el potencial es mayor.

—¿Cuál es el volumen de ventas de la alimentación ecológica en España?

—No llegamos al 1% nunca del total de alimentación. Aunque, pese a la crisis, el mercado está creciendo tanto en Balears como en el resto de España.

—En un momento en que el cliente se decanta más por marcas blancas, la lógica dice que tendrían que haber ido a la baja.

—Pero hay una clientela fiel, hay demanda. Muchos alemanes compran ecológico por definición.

—El precio supone una dificultad para ganar mercado. ¿A qué se debe que sea más caro?

—Más coste de mano de obra al ser explotaciones pequeñas y, como que no fumigan, hay que estar más encima de la producción; las semillas son más caras; y hay más controles.

—¿Cómo se puede llegar al gran público y no solo a ese 1%?

—Mediante otro canal de distribución, no vendiendo solo en herbolarios, sino estando donde todo el mundo va a comprar: en las grandes cadenas.

—¿Y la restauración? Por ejemplo, una hamburguesa de comida rápida cuesta un euro, pero dos hamburguesas ecológicas crudas cuestan tres euros.

—Es una economía de escala. Cuanto más se compren, más bajarán los precios. Casi no hay restaurantes en los que todos los productos sean bío.

—¿Qué opina de los hábitos alimentarios del siglo XXI?

—Muchas veces no sabemos lo que comemos. Vamos al precio y a la comida preparada. Hemos de replantear el estilo de vida que llevamos habría que replantearlo y pensar cómo se hacían las cosas antes.