Gabriel Payeras es un hombre de mediana estatura, enjuto, de pelo canoso y piel curtida. Luce un moreno que cualquier turista envidiaría, fruto de horas y horas de sol y brisa marina lanzando y recogiendo redes. Es parco en palabras, característica de esos hombres sencillos e inteligentes que saben que para explicarse no es necesario hablar demasiado sino decir la verdad. Para la entrevista nos cita junto a un viejo cabrestante del Moll Vell de Alcúdia en un atardecer de rojiza luz feneciente.

—¿Cuál es la situación actual del sector pesquero en Alcúdia?

—En estos momentos estamos en expansión por lo que se refiere al número de barcas y pescadores.

—Pero esa es una gran noticia ¿no?

—Bueno, tiene su cara y su cruz. Tenemos más solicitudes que amarres porque nuestra bahía está muy bien cuidada y aquí aún hay pesca. Pero los que quieren venir es porque la cosa va mal en sus puertos. Hemos de ir con cuidado porque no debemos de sobreexplotar nuestra bahía.

—¿Cómo lo controlan?

—El mar es libre, pero habiendo unido los tres puertos pesqueros de la Bahía –Alcúdia, Colònia de Sant Pere y can Picafort– tenemos más ventajas. El que venga de otro lado tiene que gastar más combustible y tiempo. Además, tener una sola cofradía hace que tengamos menos gastos administrativos.

—¿Cuántos barcos componen ahora la cofradía?

—Tenemos cuatro barques de bou y 34 de arte menor; la mayoría llaüts y pequeñas lanchas, algún palangrero de superficie y un coralero.

—¿Les va a afectar la nueva normativa que prepara la Unión Europea para los próximos años?

—Sí, claro que sí. Que nos meta a todos en el mismo saco no es bueno.

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