La feria de octubre de Santanyí no defraudó y acaparó de nuevo la atención de miles de personas. La muestra fue acompañada además por el excelente tiempo primaveral, que atrajo a numerosos turistas que disfrutaron de un paseo por todo el centro urbano.

En esta ocasión, la feria volvió a creer en cantidad de expositores y artesanos, que no fueron desplazados hasta la plaza de Sant Jaume, sino que se reubicaron en la misma feria, representando un aliciente más para que los presentes pudieran adquirir los productos típicos de la tierra.

Las esculturas de piedra de Santanyí, la surtida exposición de diversas marcas de automoción, muestra de animales, peletería, ropa, bisutería, arte, cestas manufacturadas, gastronomía, dulces y bunyols, fueron algunas de las paradas obligatorias de una feria, que aprovechó la fecha para empezar a surtir de productos de matanzas a los que deseaban comprar ya sus sobrasadas, botifarrons o camaiots.

La feria otoñal, plenamente consolidada, supera ya en volumen a la de Sant Jaume, por lo ante la demanda de plazas para los feriantes que acudieron a Santanyí, algunos de ellos por primera vez, la muestra ocupó todo el centro del pueblo, desde la plaza del Ayuntamiento y extendiéndose hasta Porta Murada y el instituto a la salida hacia Cala Figuera.

Para paliar los problemas del aumento de vehículos se habilitaron diferentes zonas de aparcamiento y se desvió la circulación por el extrarradio, lo que sólo supuso que los atascos fueran puntuales y mínimos.