El turismo tiene dos caras. De un lado, la del que lo disfruta. La del que viaja con la siempre agradable perspectiva de conocer mundo. El rostro feliz del turista que se maravilla mirando una puesta de sol. La cara del cliente satisfecho tras ir a un restaurante de calidad, a una excursión en barco o de copas a una zona nocturna. El turismo, sin embargo, tiene una trastienda. Un trasfondo en el que emergen los trabajadores de ese sector, sometidos en ocasiones a horarios intempestivos, precariedad laboral y poco reconocimiento social.

Y los hijos de estos trabajadores son conscientes de ello. Tienen interiorizado que ese mundo laboral no es tan de color de rosa, porque así lo han vivido en sus casas. Ésta es una de las conclusiones de un estudio realizado por la diplomada en Turismo Caterina Jaume Deyà (Palma, 1983), como parte de su trabajo final del máster de Desarrollo y Planificación del Turismo de la UIB.

El trabajo, que estuvo dirigido por Miquel Seguí Llinàs y que contó con la colaboración de la Fundación Gadeso, se marcó como objetivo principal analizar la relación entre el turismo y la educación secundaria de Mallorca, según explica Jaume.

La investigación se centró en efectuar una comparativa entre lo que opinaban los alumnos de un municipio de interior y otro de costa acerca del fenómeno turístico. Concretamente, se centró en dos institutos de Calvià y otros tantos de Inca, de segundo y cuarto de ESO, y de segundo de Bachillerato.

600 encuestas

Las conclusiones del trabajo se basan en la realización de 606 encuestas, que pedían al estudiante que opinase sobre la importancia del turismo en Mallorca o que valorase el prestigio social de varias profesiones, entre otras preguntas.

Tras analizar las respuestas, la autora del estudio apunta que pudo constatar cómo "los alumnos de Inca tienen una percepción más positiva sobre el turismo que los de Calvià", cuyos padres trabajan mayoritariamente (alrededor de un 62%) en el sector y sólo cuentan con estudios primarios (el 58%), según queda en evidencia en la encuesta.

Así, el porcentaje de alumnos calvianers que se muestran de acuerdo con la frase de que ´trabajar en el sector turístico es muy duro, los horarios laborales son muy malos´ era superior al de los inquers (con porcentajes por encima del 60% frente al 55% en la capital del Raiguer).

La diferencia se aprecia también cuando se trata de valorar otra de las afirmaciones que se les presentaba en la encuesta: ´Me gustaría trabajar en el sector turístico, ya que se gana mucho dinero´. La mayoría de jóvenes del municipio de Ponent consultados rechazaron esta idea, con más rotundidad que los del Raiguer (con porcentajes de casi el 81% frente al 70% de Inca).

Además, casi una cuarta parte de los estudiantes de Calvià que respondieron a la encuesta consideró que para trabajar en el mundo del turismo no se necesita estudiar (en Inca, esa proporción no supera el 18,6%), y la práctica totalidad de ellos expresaron su desacuerdo con la frase ´los que trabajan en turismo viven muy bien, ya que únicamente trabajan algunos meses´.

El análisis global de estas respuestas, argumenta Caterina Jaume, permite extraer la conclusión de que gran parte de los alumnos de Calvià se han aproximado al mundo del turismo a través de la experiencia de sus padres, una realidad configurada por "horarios extensos, bajos salarios, precariedad y falta de expectativas".

En cambio, agrega que los estudiantes inquers –que han crecido en un municipio con una economía de distinta índole, con mayor actividad industrial– muestran una percepción del sector "más relacionada con la diversión, hacer carrera, el dinero, fiesta y entornos paradisíacos".

Jaume destaca como otra conclusión llamativa de su trabajo el hecho de que la dirección docente de los institutos difieran en su interpretación del fenómeno turístico en Mallorca.

"Los educadores de los centros de Inca resaltaron con mayor énfasis el impacto ambiental que provoca el turismo. Sin embargo, los de Calvià se fijaron más en el impacto económico que el turismo supone", apunta.