Los recuerdos se agolpan durante una conversación en un bar de Magaluf. Se oyen nombres de hoteles pioneros (como el Atlantic) en los que regían estrictas normas de etiqueta que impedían al turista entrar al comedor en traje de baño. Rebobinando, surgen también nombres de salas de fiesta ya desaparecidas: Elephant, Bolero y Oh Susana. Unos locales en que la Guardia Civil vigilaba a los melenudos, y a más de uno le hizo cortar el pelo. Y, yendo todavía más atrás, hay quien recuerda el tiempo en que no había calles, sino senderos. Los torrentes llegaban hasta la costa y la arena lo invadía todo. Eran los años en que apenas había seis chalés.

Los recuerdos pertenecen a tres personas que llegaron a Magaluf a principios de los sesenta. y empezaron a trabajar de recepcionistas o camareros de salas de fiesta. Los ojos del empresario José Linares y los hermanos Juan y Pepe Tirado, sentados ahora ante botellas de agua y tazas de café, han visto transformarse Magaluf. Desde los primeros hoteles adonde a mediados del siglo pasado llegaban sobre todo turistas escandinavos de alto nivel adquisitivo (alguno de ellos se traía incluso su Rolls Royce) hasta la masificación que trajo el boom turístico, con las cerca de 30.000 plazas hoteleras actuales, 290 hectáreas construidas (cifras que engloban también Palmanova) y la etiqueta de ser el destino británico por excelencia de Mallorca.

Magaluf ha ido quemando fases al compás de la evolución económica de la isla, y ahora se ha anunciado una nueva que, cuando se materialice, cambiará otra vez parte de la fisonomía del núcleo calvianer: el proyecto previsto por Meliá Hotels International para integrar y renovar seis hoteles (Sol Jamaica, Guadalupe, Trinidad, Mallorca Beach, Royal Beach y Antillas Barbados) en un Sol Calvià Resort que iría acompañado de cambios de usos, intervenciones urbanísticas y nuevas infraestructuras comerciales en la zona.

El megacomplejo, celebrado por las autoridades políticas, que lo han declarado de "interés autonómico", hará que Magaluf abra la puerta a otro periodo de su desarrollo turístico contemporáneo. "¿Nosotros lo veremos?", le pregunta, medio en broma, Pepe a sus amigos en el bar, justo en el momento en que saludan a un empleado que trabajó en el primer banco que se abrió en Magaluf, a principios de los setenta.

En aquellos años, iba en vespino a los negocios para recoger el dinero a ingresar y llevarles el cambio. Hacía un servicio bancario... a domicilio. "¡Cómo han cambiado los tiempos, eh! Antes los bancos iban a las casas de los clientes y ahora son los clientes los que tienen que ir al banco", le dice Juan, entre risas, al veterano empleado.

"Antes era todo más natural, más familiar. Todo el mundo se conocía", explica Juan. Lo corroboran los primeros vecinos del núcleo calvianer. A principios de la década de los cincuenta, apenas había seis chalés, que pertenecían a las familias Ferragut, Oliver, Canals, Feliu, Sampol y Quadreny. Algunas de estas familias tenían relaciones de parentesco entre ellas y todas se conocían entre sí. Uno de estos primeros residentes, José, entonces un niño, recuerda que fueron las propias familias las que tuvieron que financiar la instalación eléctrica en Magaluf, porque la compañía de entonces consideraba que, al no ser una zona de futuro, no merecía la pena desplegar la infraestructura necesaria.

En aquel entonces, los núcleos de Palmanova y Magaluf apenas ocupaban una superficie de tres hectáreas, según datos recogidos en la memoria del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de Calvià. Para ser más gráficos, ocupaban el equivalente a unos tres campos de fútbol, una cifra que queda en anécdota si se compara con las 290 hectáreas construidas actuales.

Los primeros trazos del desarrollismo se empiezan a encontrar en los años sesenta. Es la década en que se inicia la construcción de viviendas, sobre todo plurifamiliares. Un proceso que se aceleraría hasta los años ochenta. En paralelo, la urbanización creció al ritmo de nuevos hoteles (la mayoría fueron edificados antes de los ochenta), poniendo en pie las bases del turismo masificado que caracteriza a Magaluf en la actualidad. Junto a los establecimientos turísticos de Palmanova, cada año ofertan cerca de 30.000 plazas hoteleras.