Las tropas cristianas del Rei en Jaume volvieron a conquistar Santa Ponça rememorando una gesta que ayer cumplía los 782 años de historia. Para ello, el ejercito catalanoaragonés tuvo que emplearse a fondo ante la defensa planteada por los sarracenos, bien atrincherados cerca de la Creu y con ganas de vender cara su derrota y al grito de "¡Mucho moro, mucho moro es!".

Todo empezó entrada la tarde, sobre las 17,30 horas, cuando dos grandes embarcaciones catalanas (en este caso denominadas Tropical Delfín y Jumbo II) se concentraron en la bahía estudiando el terreno para el desembarco, comandado por la figura del Conqueridor, representado este año por el policía Víctor Collado.

Había ganas y el primer enfrentamiento fue sangriento. Los dos bandos intentaron intimidar utilizando a sus mejores hombres y armas bajo la vigilancia del monumento de la Creu. El Rei se mostraba desafiante. Fue la primera de la tres batallas, pero las bajas ya fueron significativas.

Era el momento de las colles, que acto seguido desfilaron por las principales calles de la localidad en un alarde de vestuario medieval, estandartes y los escudos de los nobles que ayudaron al Rei en Jaume a financiar la conquista de Mallorca. Más de 1.000 personas entre espectadores y participantes. La playa des Caló den Pallicer sirvió de escenario natural para el segundo asalto. Un paso más hacia la dominación cristiana entre sudor y esfuerzo. La ofensiva ya era clara y el triunfo cuestión de tiempo. Reinicio del desfile.

La Banda de Música de Calvià, xeremiers, gigantes y miembros de la escuela caballista Es Pas, guiaron a las comitivas hacia la plaza de la Pinada, minutos antes de la interpretación del tradicional baile dels Escamots, danza de bastones creada por Antònia Rubio y en el que suelen participar miembros de las colles.

El triunfo definitivo

Pero donde se decidió todo fue en el arenal de la playa grande de Santa Ponça, donde el líder de los sarracenos sucumbió ante el golpe de espada final de Jaume I, justo en el corazón. Los cristianos alzaron sus armas al viento.