Gabriel Ferrà Martorell (Galilea, Puigpunyent, 24 de noviembre de 1966) saluda a todos los vecinos del pueblo mientras pasea por la calle.

El lugar de la entrevista es el bar que está frente al Ayuntamiento. Regenta una tienda de vino en Palma, pero opta por pedir una botella de agua para la charla.

—Dígame un problema que había en el municipio cuando comenzó a gobernar y que ya haya solucionado.

—[Piensa] Ahora mismo... No sabría qué decirte. [Contesta al cabo de un momento] Hace un par de meses tuvimos problemas con el suministro y la falta de agua, y los pudimos atajar enseguida.

—¿Y un problema que no haya podido resolver?

—Terminar las obras de la plaza, que aún están en proceso, pero nos falta financiación.

—¿Tienen una deuda desproporcionada?

—No, más o menos es de 600 euros por habitante. Además, el saldo contable de 2010 lo hemos cerrado en positivo. No llevamos ni cien días; por eso aún estamos analizando las cuentas.

—Usted es alcalde por diez votos de diferencia.

—[Sonríe] Efectivamente, pero muy satisfecho de los resultados. Pasamos de ser la candidatura menos votada a la más votada.

—¿ Se lo esperaba?

—No. Pensábamos conseguir los tres regidores, pero no ser primeros. Aunque todos [PP, PSOE e IPG] empatamos a tres concejales, entendimos que el pueblo quería un cambio, manteniendo un gobierno de izquierdas.

—Pactó con el PSOE. ¿Tendrá que hacer de equilibrista para aguantar en la legislatura?

—Nos entendemos bien. Si tengo alguna virtud, es que intento dialogar mucho. Soy una persona de consenso. De momento no ha habido discrepancias, pero creo que en las decisiones importantes estaremos totalmente de acuerdo.

—¿No le da miedo que le dejen en pelotas?

—No tengo ese miedo. Podríamos haber gobernado en minoría, pero tenemos un acuerdo de gobernabilidad fuerte y estable. Es lo mejor para el pueblo.

—¿Le sobra tiempo en el día a día?

—Digamos que me basta el tiempo. No tengo dedicación exclusiva, porque tengo un negocio propio de vinos en el mercado de Santa Catalina [de Palma]. Pero ahora le dedico muchas más horas al Ayuntamiento. Y también está la familia, que es la más afectada por mis nuevas tareas.

—Complete la frase: "Si no estuviera aquí..."

—Continuaría en la tienda del mercado, pero preocupado por el pueblo en el que vivo.

—¿Ha podido desconectar este verano?

—La verdad es que no. No he tenido vacaciones. Creo que no era el momento. Solo me he ido tres o cuatro días con la familia a un hotel de Mallorca, pero no desconecté ni el móvil de la empresa ni el del Ayuntamiento.

—¿La familia no le ha exigido más tiempo?

—Entendían perfectamente las exigencias del cargo. Lo negocié con ellos antes de meterme donde me metí.

—¿Nunca ha pensado: "Pero qué hago yo aquí"?

—Supongo que pasa en cualquier trabajo. Evidentemente, sí. Pero la balanza pesa con más fuerza en el lado de poder trabajar para tu pueblo. Lo bueno de ser de un partido pequeño e independiente es que no me presionan de fuera. Mi ambición política solo es municipal.

—¿Tiene Internet en el móvil?

—Sí, para leer el correo.

—¿No utiliza las redes sociales?

—No sé ni si Facebook y Twitter son lo mismo.

—¿No echan de menos a los turistas en el pueblo?

—Una de las apuestas que tenemos para la legislatura es promocionar el valor paisajístico de Puigpunyent y Galilea. Nos interesa que los turistas se queden a comer o a dormir aquí, y que no estén de paso como hasta ahora.

—Haga de publicista: las virtudes del municipio en una frase.

—Basta con levantar la cabeza: la vista lo dice todo.

—Y ahora haga de político de la oposición. ¿Qué le falta a Puigpunyent?

—Cuidar los pequeños detalles.

—¿Va a misa los domingos?

—No. [Silencio] No soy practicante.

—¿Cree que estaban justificadas las quejas de los vecinos porque el nombre de la Mare de Déu apareciera más pequeño en el programa de fiestas?

—Creo que no lo estaban. Si el nombre aparecía en pequeño o grande o si había una u otra foto no fueron decisiones políticas, sino de la persona que diseñó el programa. Me reuní con la asociación de la tercera edad y pedí disculpas a quien se sintiera ofendido, porque no era nuestra intención.

—¿Entonces pidió perdón por compromiso o por convicción?

—Por convicción. Entiendo que las fiestas tienen un carácter patronal. Es una tradición, aunque haya gente que no lo comparta. Y fui a misa aquel día.

—¿Tiene decidido su futuro político?

—No lo he decidido, pero creo que dos legislaturas sería el máximo.

—¿Ocho años como alcalde o aunque sea en la oposición?

—Como lo que sea. Pero seguro en la vida no hay nada, excepto la muerte. Considero que cuatro años es poco. Ya estuve ocho años como regidor en el equipo de gobierno entre 1991 y 1999. Luego monté mi negocio. Antes ya tuve la oportunidad de ir en las listas en una posición interesante, pero no me decidí hasta ahora. Y estoy contento.