El ayuntamiento de Manacor está estudiando la posibilidad de situar una oficina turística en la remozada Torre del Palau (principios del siglo XIV), último vestigio que queda en pie de la residencia fortificada del rey Jaume II en la comarca, para intentar así captar visitantes extranjeros hasta el catalogado como Bien de Interés Cultural (BIC), hasta ahora cerrado al público por su mal estado de conservación.

Se da además la circunstancia de que la Torre del Palau, emplazada en la zona peatonal del centro histórico, se alza casi siete siglos después dentro del patio interior de la finca donde vive el actual número uno del tenis mundial, Rafel Nadal, otro punto a tener en cuenta de cara a diseñar una posible ruta extranjera desde la costa hasta Manacor.

"Faltan sólo pequeños detalles para que la obra esté acabada", comenta el regidor local de Urbanismo, Bernat Amer, "se trata de un trabajo de recuperación muy digno y bien ejecutado que pretende dar a conocer una de las joyas de la arquitectura medieval".

Pese a que en un principio se hablaba de utilizar sus dos plantas de sección cuadrada para usos asociativos o como sala municipal de exposiciones, la oficina turística es la opción mejor situada. "Eso haría que la gente que visitara la oficina para informarse de los atractivos de Manacor se viera en cierta forma obligada a visitar el resto del conjunto. Personalmente pienso que además se podría acondicionar el patio interior como terraza para hacerlo todavía más atractivo".

Hasta ahora, el resto aislado de lo que fue residencia de recreo para varios de los monarcas mallorquines en temporadas de caza, estaba enclavado en una simple zona de paso para acortar el camino entre la calle den Bosch y la plaza rector Rubí, mediante un paso peatonal que queda abierto durante el día y se cierra de noche. Visible sólo desde el exterior desde hace décadas, la torre presentaba la imagen dejada por su último uso común, como almacén privado de materiales industriales de Perlas Manacor (posteriormente anexionada a Majorica).

Encorsetada por dos fajas de hierro para evitar su caída, antes de esta última restauración presentaba además distintos añadidos arquitectónicos recientes, como la estructura de hormigón que sujetaba un lateral a la finca vecina.