Jaume Llodrà Nicolau (Manacor, 1947) es desde 2000 el presidente de la Associació de la Fusta de les Balears. Comenzando desde abajo mediante un pequeño taller abierto en las afueras de la ciudad en 1971. Cuarenta años y cuatro crisis después, nadie como él conoce la evolución interna del mueble en Manacor, y las posibles salidas económicas y sociales para un sector en horas bajas (menos de un 10% de los muebles de sus escaparates están manufacturados en la ciudad), acuciado por la falta de trabajo (algo más de un 50% de los talleres han tenido que echar el cierre durante los últimos dos años) y que necesita con urgencia renovarse y volver a creer en sí mismo. Pero es optimista y cree que ha llegado el momento de cambiar, aprovechar el bajón para aprender de los errores.

—¿Qué le pasa a la industria del mueble en Mallorca en general y en el municipio de Manacor en particular?

—Está claro que padecemos como cualquier otra profesión los efectos de la crisis global, eso por un lado. Pero no deja de ser igualmente cierto que desde hace unos años también sufrimos una crisis de mercado. Necesitamos nuevos modelos de trabajo, un giro estructural.

—¿Y cuál es la solución a corto o medio plazo?

—La búsqueda de nuevos mercados, nuevas líneas, poder llegar al consumidor de una manera más directa. El modelo basado en muchos pequeños talleres trabajando para dos o tres grandes empresas comerciales, que luego a su vez vuelvan a vender el producto sobre todo al sector hotelero, es algo insostenible hoy por hoy.

—¿Se ha producido una falta de previsión de esos talleres?

—Es posible. Mire, aunque se remonte a décadas atrás, la historia del mueble y la madera en Manacor tal y como la conocemos empieza en los años 60 y 70, coincidiendo con la explosión del turismo en la islas. Los más avispados se transformaron en mayoristas y pusieron en marcha sus propias empresas de distribución con la vista puesta en el mercado hotelero.

—Eran buenos tiempos.

—Sí, las cadenas pedían miles de productos que éstos canalizaron a los talleres. 400 sillas, 300 mesas o 500 armarios en unas semanas... El carpintero empezaba a fabricar en serie, le iba bien y eso hizo que la oferta se multiplicara pronto y alcanzáramos los 400 talleres. Pero, aunque fuera muy beneficioso y haya dado para vivir a tanta gente, el modelo no dura eternamente.

—Entiendo, pues, que el precio lo marcaba el mayorista...

—Ahí quiero ir. El carpintero de toda la vida desconocía y desconoce el mercado exterior. Estaba tan ocupado intentando cumplir a tiempo con los pedidos y como la demanda llegaba, el precio casi era lo de menos. Aunque parezca ideal, el mecanismo hace que si uno de los dos o tres comerciales no tiene demanda, todo el mundo se resienta. Según yo lo veo, una solución factible sería la de conseguir una unión entre decenas de pequeños talleres para controlar precios y vender directamente como una sola marca distintiva, propia de Manacor, con un equipo de diseño de aquí y una producción en su mayoría mecanizada. Abrirse a nuevos mercados foráneos y ofrecer la calidad de los muebles a medida. Hay que tener en cuenta que cada cadena hotelera ya tiene su propio diseñador e interiorista, y ya nada puede quedar en stock o pasa de moda.

—¿Qué ha hecho más daño, la competencia asiática o el sueco conocido por sus muebles desmontables?

—Sobre todo el asiático, el valenciano, el francés o el italiano. Menos del 10% del mueble en escaparates de la comarca está hecho en Manacor. Es preocupante pero ya le digo que hay que ser optimista. He vivido en primera persona las crisis de 1973, el 82 y el 93, pero la actual creo que está siendo la peor. Entonces ´bastaba´ que el Gobierno devaluara la peseta y así ingleses y alemanes, que no padecieron estas recesiones con tanta intensidad, podían seguir consumiendo.

—¿Por qué se han cerrado tantas carpinterías en Manacor en los últimos dos o tres año?, ¿Falta un relevo generacional?

—Hay distintos motivos, aunque propiciados todos por la austeridad. Aproximadamente la mitad de estos cierres han venido motivados por la falta de recursos y la imposibilidad económica de seguir adelante. Pero la otra viene directamente ligada a la jubilación de los propietarios, algunos con 60 años, y que no han encontrado en sus hijos o familiares un relevo efectivo.

—Quizás es porque no existe en Manacor una escuela para formar profesionales.

—Es una reflexión que me hago a menudo. Pero es como un pez que se muerde la cola, no hay escuela porque faltan alumnos y no hay alumnos porque no tienen dónde aprender. Hace unos veinte años que es imposible formar a nuevos profesionales del sector para la ciudad. La academia que existe en Palma apenas cuenta con una docena de alumnos.

—¿No sería precisamente este el mejor momento para intentarlo de nuevo?

—Si realmente queremos a gente joven y formada, hay que empezar modificando la ley que les impide trabajar en un taller de fabricación antes de los 18 años, no es lógico y es un agravio comparativo. Los jóvenes se nos marchan a otras profesiones. Dos cursos creo que no son suficientes. Creo que habría que separar el aprendizaje en dos partes: Una dedicada al diseño, las tendencias y las maneras de administrarse económicamente con solvencia, y otra fase de prácticas de como mínimo dos años en un taller. Desde cero. Sé que eran otros tiempos y circunstancias, pero antes un chico con 16 años sabía hacer casi de todo en el oficio. También sería beneficioso a nivel social; hoy en día un hombre de familia con 25 años todavía cobra como un peón.

—¿Qué le parece la Paulonia, el nuevo árbol importado del Japón, que ya se ha plantado aquí y cuyo crecimiento rápido podría bajar el precio de la madera?

—Hay que esperar. Evidentemente es algo positivo y que puede ofrecer alternativas interesantes en pocos años. Pero el cliente siempre va a solicitar un tipo de madera concreta y no siempre la misma para distintos muebles o elementos.

—Por cierto, ¿En qué condiciones está Reciclafusta?

—Reciclafusta se ideó en 2002 como cooperativa comarcal, para dotar de una alternativa legal a todas las empresas y carpinteros que quisieran administrar sus propios residuos y a un precio más asequible. Estamos en trámites de conseguir el interés general y de renovar por completo los accesos.