­No cuesta un gran esfuerzo reconocerlos. Son prácticamente los únicos figurantes en el gran escenario desolado que es Calvià en temporada baja. Suelen ir de dos en dos y se distinguen por pasear mucho. Arriba y abajo. Abajo y arriba. En verdad, no hay mucho más que hacer en la calle para el turismo nacional sénior, conocido popularmente como del Imserso, el turismo mayoritario (y casi único) en el municipio durante esta época del año.

Son pocos los negocios que a estas alturas están abiertos, por lo que a estos turistas sólo les queda el recurso de apuntarse a excursiones en la isla o jugar al parchís y a las cartas o divertirse en alguna de las actividades de animación organizadas en el hotel. No queda otra alternativa si uno no quiere que el aburrimiento se apodere de las vacaciones.

Un testimonio elocuente de esta realidad lo ofrecen dos parejas de jubilados madrileños que pasan unos días de vacaciones en Santa Ponça.

"No hay nada. Nada abierto. Todo está cerrado. ¡No hay vida!", explican al unísono las hermanas Rosa y María del Pilar Martín, casadas con Blas García y Marcelino Gutiérrez, respectivamente. Ellas cuentan que podrían ir a Palma para encontrar algo más de animación, pero se quejan de que "moverse en autobús aquí es complicado" y en taxi "es muy caro".

"Y, ya sabes, nuestras pensiones no dan para tanto", suspiran, para concluir a continuación que se lo pensarán más de una vez a la hora de repetir destino el año que viene. "Sería mejor un sitio cerca de Palma", aseveran.

Ante este panorama, ¿qué fórmulas hay contra el aburrimiento? Rosa Salcedo, junto a su marido, Jesús Abad, aporta algunas claves. "Paseamos, jugamos a las cartas en el hotel, vemos la tele o disfrutamos de la animación del hotel", dice Rosa, quien, pese al cerrojazo empresarial generalizado, asegura no estar del todo a disgusto.

"Es verdad que está todo cerrado, pero es que en los sitios turísticos ya se sabe lo que pasa en esta época del año", sostiene.

Una vuelta por Magaluf

Junto a Santa Ponça, Magaluf es el otro núcleo turístico calvianer que acoge un mayor número de turistas del Imserso. En su paseo paralelo a la playa, se podía encontrar ayer dando una vuelta a Maria Àngels Suau y Esther Font. Acababan de llegar junto a sus maridos desde Vilanova i la Geltrú. Ellos tienen claro que el aburrimiento no podrá con ellos y ya se han programado realizar una excursión diaria. "Queremos ir a Valldemossa, Palma, Sóller, Alcúdia... ¡Y también queremos hacer alguna excursión en barco!", explicaban.

Quienes sí que llevaban unos cuantos días en Magaluf eran Laureano López y Pura Amores, originarios de Barcelona. "Es complicado encontrar algo abierto. Está claro que nos gustaría que hubiese más vida", declaraban.

Caminando a pocos metros de ellos, avanzaba un grupo de tres personas. Matilde, Carmen y Cándido aprovechaban sus últimas horas en la isla para dar un paseo al sol antes de emprender el regreso a su ciudad natal, Sevilla. "Cuando uno va de viaje, le gusta encontrarse con sitios adonde ir, pero aquí... ¡aquí no hay nada!", protestaban.

Visión de los comerciantes

La otra cara de la moneda de esta historia es la de los pocos comercios que hay ahora abiertos en Calvià. Aunque este tipo de visitantes no acostumbren a tener un alto poder adquisitivo, su presencia inyecta algo de energía en invierno al alicaído tejido empresarial.

"Hace dos décadas, este tipo de turistas no nos gustaba nada. Pero, ahora, tal y como estamos, nuestra percepción es diferente", argumenta el presidente de la patronal de comercio turístico Acotur, Pepe Tirado. "Al menos dinamizan las zonas turísticas. Compran recuerdos. Se ve gente en las calles...", manifiesta.