Pere Ferrer Guasp (Alaró, 1959) sigue los pasos del misterioso mundo del contrabando en Mallorca a través del testimonio oral de sus protagonistas y de fuentes documentales que le permiten hablar libremente de un tema que sigue muy vivo aunque no ocupe muchas páginas de actualidad. Este doctor en historia por la UIB abordó el pasado viernes el tema del contrabando en la Serra de Tramuntana en una conferencia pronunciada en su pueblo natal.

—El contrabando más conocido es el de la zona del levante de la isla. ¿Qué características tuvo esta actividad en la Serra de Tramuntana?

—Sin duda en la zona de Llevant hubo mayor entrada de contrabando, entre otras cosas por la facilidad de acceso para los desembarcos. No obstante, en la Serra hubo una actividad importante, aunque contaran con la dificultad de la costa abrupta y de estar menos resguardados de la mala mar. Y también hay que tener en cuenta que las comunicaciones para llegar a los centros de distribución eran más dificultosas. Pero dicho esto, la forma de hacerlo y la organización era muy similar. Cada ´companyia´ tenía una estructura piramidal y tenía un ´capo´, aunque era más frecuente hablar del ´cap de sa cosa´.

—Cuestiones como las de mirar el beneficio sin tener en cuenta cómo se logra, la complicidad con el poder o el clima de cierta tolerancia social, ¿no se asemeja a lo que vivimos con la corrupción actual?

—Yo creo que sí. En Mallorca hay una tradición que los historiadores remontamos a tiempos de piratería y corsarismo.¿Y por qué hay esta permisividad? En primer lugar porque éramos un pueblo pobre, y las ganancias que se obtenían del contrabando servían para poder sobrevivir. Por ejemplo en la época de 1939 a 1960, los carabineros vivían de forma miserable y por lo tanto eran fácilmente sobornables. Y antes de la guerra, los políticos, para ascender o para conseguir influencias necesitaban a alguien que les avalara. Joan Estelrich escribió en El Día: si queréis que vuestros hijos sean personas respetables e influyan en los políticos, hacedlos contrabandistas. A mi me llama la atención que actualmente exista esta tolerancia social con la corrupción política con todo lo que ha pasado aquí. Y vemos que tanto el PSOE como el PP siguen cortejando a la banda de Alí Baba y los cuarenta ladrones para ver si sacan el diputado decisivo y pueden gobernar con ellos.

—En otros tiempos se buscaba el apoyo de Joan March para tener poder.

—Efectivamente. Guillem Forteza o Jaume Suau fueron alcaldes gracias a March. Era imprescindible porque era la principal fuente de financiación que existía.

—Después de haber publicado varios libros sobre March, ¿puede afirmar que se puede hablar libremente de él hoy en la isla?

—Yo lo he hecho y no he recibido ninguna presión. En cambio algunos periódicos sí que han recibido presiones y algunos periodistas han tenido problemas con su empresa por hablar de mi o de mis libros. Y en este tema yo siempre hablo en base a documentos. Hay que reconocer que Joan March fue un personaje extraordinario en el mundo de las finanzas y en el terreno mercantil, aunque desde un punto de vista moral hay mucho que decir. March fue un triunfador y se le sigue admirando a pesar de su relación con casos de corrupción o con algún asesinato. Hoy en día es imposible que se quite la avenida de Palma dedicada a Joan March.

—Nunca sabremos qué hubiera sido de Mallorca sin el contrabando.

—En algunos informes a los que he tenido acceso se habla de que el contrabando movía el 30 por ciento de la economía de la isla. En esto hay que distinguir la actividad de la época 1939-1953, que supuso una ayuda a la gente para que no pasara hambre ante la incapacidad del Estado para atenderlos, y el contrabando de tabaco y whisky de 1970, que solo significaba defraudar a Hacienda. Es curioso que en algunas épocas el discurso de los contrabandistas de tabaco era reivindicar el negocio local, con productos más económicos y de mayor calidad, frente a las imposiciones del monopolio estatal de Tabacalera.

—En su libro ´Contraban. República i guerra´ se refiere a que el capital del contrabando levantó la planta hotelera.

—A finales de los años 50 esta permisividad con la corrupción empieza a perderse. Y los contrabandistas entienden la situación y empiezan a invertir en otros campos. Y de esta forma se levanta la urbanización de Santa Ponça, o bien hoteles y pensiones en s´Arenal. Andreu Oliver ´Castellitxo´ se dedicó al mundo inmobiliario y llegó a tener más de 200 pisos en Palma para alquilar o vender a plazos. Y también en estos años se implanta un modelo de contrabando más internacionalizado. Otro ejemplo fue Antoni Fontanet, que invirtió en café y fincas agrícolas, o Jaime Moll.

—¿Y estas personas o sus descendientes aceptan hoy en día reconocerse como antiguos contrabandistas o herederos de una fortuna que proviene de esta actividad?

—No, porque esta ley del silencio sigue vigente aunque hace 40 años que ya abandonaron este mundo. Todos los contrabandistas con los que he hablado han accedido con la condición del anonimato. Y está claro que sus familias tienen una posición acomodada gracias en parte a aquella época. Por ejemplo, el recién nombrado candidato del PP de Palma, Mateu Isern, es de familia de contrabandistas. Eran tres hermanos que se dedicaban a esto y dos de ellos murieron asesinados el año 1933, mientras que el que sobrevivió hizo una meteórica carrera. Hay que tener en cuenta que el contrabando no puede ser considerado una mafia porque no hubo vínculos de sangre, no se funcionaba por familias y esto también evitó muchas muertes. No había venganza o cuestiones de honor excepto en algunos casos sonados de asesinatos o encargos de palizas con ´calça d´arena´. Tenía que pasar algo muy gordo para terminar así.