Imán para jóvenes y mayores, lugareños y foráneos, y también turistas. La variedad del Dijous Bo se refleja en sus visitantes. Es un día para firar y descubrir las raíces de la isla, hoy relegadas quizás a un segundo plano.

Muchos madrugaron y pasearon a sus anchas por el centro de Inca. Evitaron así las habituales aglomeraciones callejeras de las que todos huyen y que intrínsecamente están ligadas al Dijous Bo. Nadie lo imagina sin ellas. ¿Qué sería de él sin los empujones, los choques cuerpo a cuerpo y los repentinos frenazos en medio de la frenética riada de gente?.

Al margen de los más precavidos, muchos se zambulleron en un mar de gente. A las 10 horas el vaivén de visitantes incrementaba su marcha. Abarrotaron cada uno de los rincones del casco urbano, decorado cuidadosamente e inspirado en la payesía de principios del siglo XX. Con ello el Consistorio pretendía este año recuperar los orígenes del Dijous Bo y afianzar su carácter histórico. Y lo consiguió.

El golpe de efecto ha contado con el beneplácito del público. Algunos, como Joan Camps y Paquita Villalonga, un matrimonio inquer, opinaron incluso que se tendría que haber hecho antes. Aunque también ha tenido sus detractores. Y es que ya se sabe: nunca llueve a gusto de todos. Alguna revista local reflejaba el malestar de varios feriantes, que han declinado participar en la feria al negarse a utilizar la vestimenta típica mallorquina.

Muchos esperan que tenga continuidad. Joan Fornés, del cuerpo de bomberos de Inca, destacó el gran ambiente generado por el Mercat Pagès. "Es lo que necesita", afirmó, al tiempo que recordó que esta feria es "la pionera de toda la isla".

El Dijous Bo se ha convertido lugar de peregrinación de muchos palmesanos. Maria Terrasa es una de las asiduas. Lleva años asistiendo rigurosamente a la feria. Junto a ella, sus compañeras de viaje Isabel Roca y Catalina Garau mostraban su satisfacción por el gran ambiente, aunque lamentaban el cambio que han experimentado los precios.

Los jóvenes también aprovecharon la festividad escolar y laboral para perderse entre los puestos. "Venimos desde que éramos pequeños" explicaba Antonia Anastasia Soto y su grupo de amigos de Binissalem. "Puedes encontrar de todo y te atienden muy bien", añadieron. Otros aprovecharon para sacar algún dinerillo extra para el viaje de estudios como los alumnos de La Salle de sexto curso que ofrecían "una merienda anticrisis".

Y es que el bolsillo anda hoy en día un poco flojo. Una situación que los feriantes no han pasado por alto. "A un euro y no se vende nada", se lamentaba Reyes Herrera que liquidaba calzado de la firma Heymo. Joan Pericàs de Olivas Pericàs tampoco era muy optimista en cuanto la caja. "La cosa está más floja que otros años. La gente no tiene alegría y compra menos". Históricos avellaners como Toni Balaguer, que ha dedicado toda su vida a las ferias, apelaba a la paciencia. "Hay que aguantar". "Se nace feriante y no es nada fácil serlo", afirmó sonriente.