¿Puede un árbol ser símbolo de una cultura, de la historia de un pueblo? Montserrat Pons asiente. El boticario de Llucmajor es hoy uno de los mayores entendidos en una de las especies que mejor nos define. Para él, la higuera representa, sin duda, la identidad de Mallorca, aquella que hoy se ve desde la lejanía como un mero recuerdo de nuestros abuelos y bisabuelos, pero que marcó el devenir de su idiosincrasia como un elemento clave de lo que somos. Sirvieron de sustento, dieron cobijo y fueron un elemento curativo durante muchos años.

La cultura popular, la economía y el paisaje vivieron durante décadas enraizadas en ella, explica. "Te posarem a fer clots de figuera" se decía antiguamente cuando se amenazaba con un castigo. Sus frutos fueron calificados como el pan de los pobres y el postre de los ricos, y de ella se hacía un jarabe medicinal muy conocido.

Su población mermó considerablemente con los años. Las higueras subsisten hoy dispersas en el mermado campo mallorquín. Montserrat Pons quiso por ello rescatarlas del olvido y devolverles el protagonismo que le robó el desarrollo económico e industrial con la introducción de nuevos productos, amparados por la unión de Europa y la globalización.

Campo de experimentación

Tras más de una década de experimentación y estudio, hoy posee el campo de cultivo más extenso en variedades y ejemplares de Balears. Son Mut Nou alberga 1.287 higueras diseminadas en 15 hectáreas de terreno, un paraíso natural donde Montserrat las observa y analiza día tras día.

Empezó en 1995 con una población de 64 variedades de Mallorca, hoy cuenta con 367, de las que 251 son autóctonas. Cada una tiene su propia ´personalidad´, historia y anécdotas. Las hay de China, Siria, Chipre, Grecia, Egipto, Italia y de todo el continente americano, entre muchos otros lugares.

Montserrat ha analizado, incluso, los efectos del clima isleño en las variedades extranjeras. Según comenta, la climatología juega un papel fundamental en el desarrollo y la producción. Explica así que los higos de la variedad china que plantó no tienen nada que ver con las que se cultivan allí. Su carne es mucho más sabrosa y más dulce gracias a las temperaturas de la isla.

Pero si por alguna siente auténtica predilección es por la llamada Virgen María. Se trata de una variedad egipcia que aparece ya en las escritos coptos, explica Montserrat que viajó expresamente a ese país para traerlas a Mallorca. Se la considera sagrada, comenta, ya que según cuentan las antiguas escrituras dio techo y alimentó a la Virgen, a San José y a Jesús cuando fueron expulsados de Judea.

Montserrat siente verdadera pasión por ellas. Las mima constantemente. Sus "hijas" como las llama, sienten y padecen, afirma. Fruto de ello es el libro Les Figueres a les Illes Balears. Camp d´experimentació de Son Mut Nou (LLucmajor), que sintetiza todo su trabajo. "Está escrito con el corazón", asegura.

Su quinta obra culmina 14 años de incansable investigación, un exhaustivo manual botánico sobre esta especie que revela todos sus secretos. Desde su evolución histórica, sus características y tipología, hasta su cultivo, mantenimiento y enfermedades. Cuenta, en este sentido, que a pesar de ser un árbol tradicionalmente muy resistente, los virus y las bacterias, e incluso las lluvias de verano son sus principales amenazas. De hecho, en 2001 sufrió una plaga que le afectó a un total de 64 higueras, aunque finalmente pudo contenerla, explica. Es lo peor que le puede pasar a estos árboles, porque puede echar por tierra todo el cultivo, añade.

Son Mut Nou llega a generar 500.000 kilos de higos al año, una producción exenta de comercialización directa. Montserrat lucha por ello y por reintroducirla en los restaurantes. Una tarea "imposible" pese a la buena predisposición de las instituciones con las que ha mantenido contactos infructuosos, detalla.

Productos derivados

El intrusismo de otras zonas de producción como Alicante también ha desbancado el mercado autóctono, prosigue Montserrat, que reivindica, por tanto, la calidad del fruto mallorquín. Un gran porcentaje de su cosecha se pierde, lamenta. Aún así de Son Mut Nou salen mermeladas, higos confitados, en almíbar e incluso envinagrados. Montserrat siente la escasa acogida de esta fruta que, paradójicamente, despertó el interés de los turcos, quienes llegaron a realizarle una oferta para comprarle la producción, indica.

No en vano, su labor va más allá de todo ello. Para este farmacéutico llucmajorer, la recuperación y el mantenimiento de esta especie es su verdadero tesoro.