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Opinión

Un negocio solo para los más ricos

No se podía esperar otra cosa del ejecutivo de izquierdas que gobierna el Ayuntamiento de Palma. Por encima de todo hay que preservar los intereses del sector hotelero que tanto ha hecho por esta isla, modelo de crecimiento y desarrollo. Mejor no permitir que las ganancias que provoca este boom turístico lleguen a todas las capas de la sociedad, no sea cosa que los menos ricos puedan optar a unas migajas del banquete. Esa podría ser la teoría que explica la decisión del equipo de gobierno, que, antes de complicarse la vida con regulaciones que limiten situaciones exageradas, tira por la vía selectiva de que solo sean los que tienen más poder adquisitivo, propietarios de grandes o pequeños chalés, quienes puedan alquilar a turistas.

Ningún problema para los de Son Vida, o esos adosados de lujo o semilujo, pero todas las trabas para las viviendas plurifamiliares, aunque sea en zonas tan turísticas como Calamajor, Sant Agustí, la Platja de Palma. Mejor hubiera sido dejar la decisión en este caso a las comunidades de propietarios, que son quienes mejor conocen la realidad de sus edificios. El alquiler de viviendas se ha convertido en un refugio para los inversores que ya no encuentran en la renta fija una rentabilidad mínima y que huyen escaldados de fondos de inversión de riesgo, tras casos como Lehman Brothers o las preferentes que les esquilmaron los ahorros.

Es verdad que hay un problema de viviendas en alquiler para los residentes, pero la mejor política que podía hacer la izquierda sería hacer atractivo el alquiler de larga estancia, vía incentivos fiscales, seguridades ante los impagos de morosos u otras medidas como hacer vivienda pública a un precio asequible.

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