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Comercio

Un nuevo tejido comercial

Se pierden tiendas tradicionales y aumentan heladerías, lavanderías y puestos de frutas y verduras en centro y periferia, respectivamente

Los puestos de verduras y frutas suelen estar ubicados fuera del centro, en zonas como Aragón y Pere Garau, abundan. Entre sus productos destacan los latinos y asiáticos. B. Ramon

La ciudad tiene su plano comercial. Es el más dinámico. En los últimos años, a expensas de la crisis económica, el cierre de pequeños negocios, algunos con décadas a sus espaldas, ha dado paso a franquicias. Pero no solo. Desde la patronal del sector, Pimem y Afedeco, se observa el incremento de nuevos negocios como heladerías, puestos de verduras y frutas y, en el último año, también lavanderías.

"Donde hemos notado un mayor aumento en las consultas para abrir negocios en Palma ha sido en las heladerías. El incremento es del 15 por ciento. También ha aumentado la apertura de fruterías, sobre todo regentadas por extranjeros, pero no tenemos constancia oficial porque no se suelen afiliar", indicó Marcos Cañabate, de Pimem.

"En cuanto a las lavanderías, tampoco tenemos constancia"; añadió. "Suelen ser negocios muy volátiles", describió.

Y de desigual ubicación. En el plano comercial de Palma, las heladerías eligen el centro, aprovechando el tirón turístico que en 2015 dio a Palma el Financial Times al declararla "mejor ciudad del mundo para vivir". La consecuencia 'dulce' de la turistificación campa en Sant Miquel, una de las calles del tejido comercial más cara de la ciudad, y en los alrededores de la plaza de Cort, como la calle Jaume II.

Este último mes ha desembarcado en Palma Bo Bom, "un nuevo concepto de heladería", aseguró Luca Narbona, con productos hechos por discípulos del maestro artesano Alessandro Racca. Los helados del Piamonte se encuentran en la cada vez más transitada Costa de la Pols; y en un puesto en el mercado de Santa Catalina.

"Montar una heladería cuesta unos 20.000 euros, con variaciones según el lugar; ¡no incluye el alquiler por el que te pueden pedir burradas!", apuntó Cañabate.

El tejido comercial se extiende de manera distinta conforme al barrio en el que se asienta. En la ciudad cara, en Palma ciutat per a qui no l'habita sino para quien la visita, los negocios que abren están destinados al cliente turístico con un poder adquisitivo más alto que el residente. Suelen ser restaurantes, tiendas de decoración, ropa y artesanías exclusivas.

Ese movimiento está llegando al Ensanche, solo que con precios un poco más bajos. El desembarco de Es Rebost, en el fenecido Cristal, o Can Joan de s'Aigo, donde hubo una franquicia de ropa, son vistos con buenos ojos por la clientela mallorquina. Pero son negocios que buscan también al turista, que también se va desplazando de área urbana.

Al margen del turismo, está la vida ordinaria en zonas como Manacor, Pere Garau, Camp Redó, Bons Aires.... El aumento de negocios de frutas y verduras, en manos de latinos y asiáticos, mayormente, es la tónica. "Por 500 o 600 euros pueden abrir un local", cuenta la patronal. El producto lo adquieren en Mercapalma. "Suelen comprar el más barato, por eso pueden ofrecerlo a precios económicos", indicó un vendedor veterano de Camp Redó. Precios baratos, estar abiertos a todas horas, solo cerrados algún que otro festivo, les convierte en la tabla de salvación de su clientela.

Las lavanderías se han sumado al nuevo tejido de negocios. Si en los primeros años de la modificación del mapa comercial fueron las peluquerías los locales en alza, y aún siguen, ahora en barrios periféricos se están abriendo paso las lavanderías. También se emplazan en el centro. Efecto del turismo vacacional.

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