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Sa Torreta

¿La bella línea de cielo de Palma?

Alguien ha olvidado empaquetar la catedral.

Christo y Jeanne Claude deben haber pasado por aquí. Christo y Jeanne Claude formaban una pareja (ella murió en 2009) de creadores que consolidó su fama gracias a las acciones artísticas en las que, utilizando, kilómetros de tela envolvían monumentos o enmarcaban islotes. Christo y Jeanne Claude han pasado por el Moll de la Riba y por Astilleros de Mallorca, pero debió acabárseles la tela blanca antes de emprender el embalaje de la catedral.

Es broma, por supuesto. Pero esta es la visión que desde el mar ofrecen en estos días y durante la mayor parte del invierno la catedral de Palma y el palacio de la Almudaina.

No se ha construido el teatro de la ópera en forma de margarita que abría sus pétalos. Santiago Calatrava lo transportó desde un lago suizo a la bahía de Palma. No ha culminado el sueño faraónico de Jaume Matas de erigir un monumento en su honor que compitiera en volumen con el templo gótico. Ahí se perdió la oportunidad de tirar al mar un fajo de, como mínimo, 300 millones de euros.

El teatro de ópera no obstaculiza hoy la observación de la catedral. Sin embargo, el muelle se ha llenado de inmensos monstruos blancos que se han apoderado de la primera línea de costa.

Volúmenes de formas aballenadas o de submarino. Con turgencias en la parte superior o en los costados. Criaturas fosilizadas con aperturas para el aire acondicionado. Engendros que no pasarían ni la primera ojeada de la comisión de patrimonio de Palma ni del Consell y que, sin embargo, condicionan y alteran la imagen del casco antiguo.

Son grandes yates en invernada o sometidos a trabajos de reparación o mantenimiento. Industria, una de las pocas, en auge en Balears. Una actividad situada en el lugar menos apropiado de la ciudad.

La Autoridad Portuaria alejó primero a los palmesanos del mar llenando el paseo marítimo con pantalanes, convenientemente privatizados, que dan cobijo a miles de embarcaciones. Ahora ha plastificado la línea de cielo de la ciudad. Esa que, decían, era la más bella del mundo desde el mar.

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