"No había sentimiento, era un monstruo. Lo que veía en ella, lo que veía fuera... eres tú reflejado en otra persona, ves el monstruo que tienes dentro y quieres acabar con él". El relato de David, nombre ficticio, termina así: "Porque yo realmente quiero a mi mujer". Por eso, hace más de un año acudió al programa del ayuntamiento de Palmade atención a personas maltratadoras en el ámbito de la relación de pareja. "He ganado una nueva oportunidad de volver a ser yo, de ser feliz, de no perder a mi familia".

"Este es el último recurso, es el último cartucho", recuerda Noelia Bravo, la psicóloga, sobre lo que él le dijo en la primera entrevista. Llegó al programa Agressors tras intentar otro tipo de terapias con su pareja y tras un grave episodio de violencia: "Íbamos a cenar, ella me estaba diciendo algo, quería que viera una cosa, me insistía, me insistía, y yo lo amplificaba, parecía que me estaba, no sé, que me quería acribillar, pero solo me estaba diciendo algo. La cogí por el cuello y casi la ahogo".

Ella presentó una denuncia, que después retiró, pero él sabía que había llegado al límite. "Con lo que pasó ese día, comencé en serio a querer cambiar". Se enteró del servicio municipal porque se lo propusieron unas personas que conocían su problema. "Acepté encantado, ya que realmente yo quería salir de ahí, quería volver a tener una vida. Me empujó ella y yo mismo. Quería cambiar. Nos convertimos en esto por circunstancias de la vida".

En su infancia, con sus padres, no vivió situaciones de este tipo. "Era un niño muy introvertido, muy asustadizo. De adolescente, me enfrentaba a los problemas con agresividad, no solo física. Desprendía una agresividad que asustaba. A esa edad empezó en menor medida, aunque después aumentó y llegó a unos extremos en los que no me daba ni cuenta de lo que estaba haciendo". David no sabe las causas que le llevaban a actuar de ese modo. "No hay un motivo que pueda explicar el uso de la violencia. Es multicausal, se debe a muchas circunstancias", interviene Noelia.

"Lo peor me ha pasado con la actual pareja, aunque también hubo agresividad con otras", tanto física como verbal y psicológica, confiesa. "Por mi culpa o por lo que fuese, sufrí bastante en mis anteriores relaciones, lo que me llevó a esto. Decía que ninguna mujer me iba a hacer más daño". Detalla que "cuando empiezas a sufrir en la vida, te vas llenando de miedos. Esos miedos me hicieron ver otra realidad. Uno no ve lo que tiene, una mujer, una persona a la que hay que mostrar respeto, y unos niños (de diez, ocho y dos años). Tienes una vida, es importantísimo, pero no lo ves". Por el contrario, cuando por ejemplo su pareja tenía una crítica, una queja o un problema, interpretaba que era un ataque. "Veía un monstruo, un animal, me asustaba y trataba de defenderme, enfrentándome con la fuerza a lo que veía".

Dice David que es "muy, muy, muy difícil" salir de esa situación sin ayuda, porque "cuando estás metido, te crees que eres el bueno. A veces, por casualidad, te topas con algo que te hace ver que los demás no son malos ni son los monstruos que crees, sino que eres tú el que se ha transformado de una manera bestial. Ahí es cuando empiezas a pensar que quieres cambiar".

Gestionar las emociones

Con el programa de atención a maltratadores, en primer lugar aprendió a gestionar sus miedos y emociones. "Aquí comprendí muchas cosas de mi problema, me enseñaron a diferenciar entre mis emociones y yo, entendí por qué adoptaba aquella conducta y aprendí a no llevarme conmigo mis miedos, mis emociones, mi agresividad", tal como enumera. Lo recomienda a quienes tengan este problema. "Si se lo proponen, pueden cambiar esta situación de tanto sufrimiento".

Asegura que ahora no tiene "ni una pizca de agresividad", aunque la psicóloga matiza que se refiere a "descontrol". "Existe el falso mito -añade Noelia- de que hay que dejar de sentir emociones. No. Puedes sentir enfado, rabia, ira, etc. Son completamente lógicos, pero intentamos que aprendan a modularlos. Me puedo mosquear por algo, tengo ese sentimiento, aunque no me voy a descontrolar, como hacía antes", compara la profesional. Van trabajando el cambio durante todo el programa a través de las sesiones en grupo e individuales. Y se enorgullece cuando David o los otros usuarios le dicen: "Mira, he puesto esto en práctica", situaciones en las que han sabido reaccionar, cuando en el pasado no sabían.

"Cuando mi pareja me viene con un problema, ahora lo que hago es escucharla y me defiendo verbalmente. Somos personas y no hay que faltarse al respeto". Es consciente de que "las emociones siempre están ahí, aunque antes había un pensamiento adquirido y una conducta repentina. Ahora no dejo que me domine, lo siento dentro pero una vez que empiezas a trabajarlo, va disminuyendo día a día, poco a poco". Lo gestiona en cualquier situación, "si alguien te toca el claxon", por ejemplo. Y ve los resultados tanto en él -"me noto mucho mejor"- como en su pareja, que "está más tranquila, sin miedo".

Actualmente se encuentra en la fase de seguimiento del programa para maltratadores y tiene claro que no se puede "despistar", que debe estar cuidándose toda la vida. "Confío mucho en mí y creo que todo el mundo puede confiar. Si sigo trabajando, no tengo por qué cometer el mismo error".