Ya no hay fiesta sin batucada y Sa Rua no fue una excepción. Ayer, los tambores pusieron banda sonora al desfile de disfraces, que prácticamente solo se vieron en las comparsas y carrozas, porque entre el público fueron muy pocos los que se sumaron al carnaval.

La rua de ayer contó con 16 carrozas y 42 comparsas, 2.040 personas en total, superando la participación del año anterior. Con puntualidad, a las cinco de la tarde, la comitiva se puso en marcha, desde la calle Baró de Pinopar, donde se habían concentrado los participantes, e inició el recorrido hasta Jaume III. En la plaza del Mercat, el jurado iba puntuando la elaboración, la originalidad, la reivindicación y la animación de cada grupo.

Una de las primeras comparsas en desfilar fue la de Los Aristogatos, que elegantemente vestidos deleitaron con sus coreografías. El mar, en carrozas como Sigue nadando -que se había llevado un premio la tarde antes en la rua de s'Arenal-, o la de Els dofins fan amics, inspiró disfraces de peces, medusas, cangrejos y demás animales acuáticos realmente vistosos.

Las reivindicativas

Pero hubo también comparsas que apostaron por mostrar su baile y dejaron de lado el vestuario, como la de Up Dance Complex, un numeroso grupo de jóvenes que hicieron una exhibición de coreografías.

Y como el mensaje reivindicativo tenía premio, algunas se esmeraron en lanzar su crítica. Tambors per la pau desfiló con una zancuda vestida de justicia ciega y cuestionando si realmente existe la justicia.

Otra comparsa, disfrazados de médicos, protestó por las "imposiciones catalanistas". Acompañados de música de boleros mallorquines, varias pancartas criticaban la exigencia del catalán al colectivo sanitario. "Es meu metge va estudiar massa català", rezaba una junto a un ataúd.

Otro ataúd, pero esta vez para la Democracia, protagonizó otra pequeña comparsa.

La crítica chocó con la diversión pura y dura. Y con el ritmo de los tambores de Tremolartà. La comparsa hizo gala de ser incansable y protagonizó uno de los momentos más graciosos cuando un pequeño Superman se lanzó a bailar y los tambores le rodearon.

El carnaval es sinónimo de imaginación y, también de lo absurdo. ¿Cómo si no podrían desfilar multitud de cafeteras de distinto tamaño y color por el centro de Palma? Pues lo hicieron y se llevaron premio a la comparsa que más animó. Los Lacasitos, Sugus y otras chucherías también participaron acompañados de su batucada... ¿Y los vikingos? Dejaron la agresividad aparcada y se dedicaron a bailar...

Un numeroso grupo de niños transformaron sus patinetes en bonitas Scooters de época y su idea les llevó a ganar el premio a la comparsa más elaborada.

Durante unas tres horas, Sa Rua dio vida al centro de Palma.