La S de Sa Nostra va indefectiblemente unida a la P de plagueta, palabra catalana castellanizada por mi abuela: "Nena, te he puesto quinientas pesetas en la plagueta", decía mi abuela y yo me sentía la heredera del imperio Rothschild. Mi plagueta llegó a tener casi treinta mil pesetas, pero cuando por fin me decidí a sacarlas ya no valían lo que costaban cuando mi abuela, poco a poco, las había ido ahorrando para mí.

En aquellos años de "plaguetas" y pesetas en Palma había pocos bancos, de hecho yo solo recuerdo Sa Nostra y la Banca March porque tenían oficinas cercanas a mi casa. De repente, un día, las oficinas de La Caixa brotaron como champiñones en cada esquina, con aquella imagen tan moderna, tan Barcelona´92 que contrastaba con el interior oscuro y solemne de nuestras oficinas bancarias de toda la vida, donde se hacían transacciones importantes y la gente no estaba para logotipos amarillos y azules y mesas blancas.

Muchos años antes, apareció el primer cajero automático, creo que fue en las Avenidas. Recuerdo ir con mi padre a sacar dinero y admirar aquel prodigio que te permitía recibir billetes en plena calle. Me pareció un artefacto de la enjundia y la importancia de los que se lanzaban desde Cabo Cañaveral. Un avance descomunal, aunque yo solo miraba alrededor, convencida de que nos iban a robar.

No les tengo gran simpatía a los bancos, pero siempre estaré en deuda con Sa Nostra y con mi abuela. No por la plagueta, que también, sino porque fue con los libros que la entidad regalaba a sus clientes con los que me aficioné a la lectura, un amor que me ha acompañado toda la vida y que me ha aliviado en incontables ocasiones de miedo o soledad.

Gracias a Sa Nostra leí Yo, Claudio y Claudio el dios, de Robert Graves, y las novelas de Poldark. También leí un libro tremendo que se llamaba Raíces, de Alex Haley, del que hicieron una famosa serie (aquella de Kunta Kinte, algunos de ustedes se acordarán).

Ahora Sa Nostra ya no existe y esta vez no es por falta de clientes. En 2009, un año antes de su cierre, Sa Nostra había obtenido 33´7 millones de euros de beneficio. Luego, unos cuantos señores escupieron su cáscara después de haberle sacado hasta la última gota de jugo.