No existe fuerza humana o divina que libre a un palmesano de ejercer de cicerone al menos un par de veces al año. Ser balear conlleva esta esclavitud: familiares, amigos y conocidos sienten un irresistible deseo de visitarte, más intenso cuanto más sube el termómetro. A veces, un palmesano sospecha que, de trasladarse a vivir a un pueblo de Guadalajara, pongamos por caso, no existiría tanto interés en visitarle y que su popularidad bajaría varios puestos.

Una vez que los "invitados" han aterrizado en la isla, cobra vida en el corazón de cada palmesano un acuciante interés por enseñarles la ciudad y sus maravillas y el prurito por conseguir que acaben pronunciando la frase gloriosa:

- ¡Aquí sí que hay calidad de vida!

Claro que solemos ser muy críticos con Palma y su funcionamiento durante el resto del año, pero ante el foráneo se impone el orgullo y el placer de mostrar todo aquello que la ciudad puede ofrecer. De hecho, no son raros los palmesanos que no han entrado en la catedral hasta que no han tenido que acompañar al cuñado de Barcelona.

Llegada la hora de comer, hay que llevar a los visitantes a un lugar en el que puedan degustar la gastronomía mallorquina, impere un ambiente animado, las raciones sean generosas y se pueda aparcar. Entonces, el cicerone recuerda aliviado que existe Can Pedro y que, probablemente, alguno de sus atareados camareros acabará por acomodarte en una mesa, aunque no hayas reservado con anterioridad.

Can Pedro es uno de los restaurantes históricos del peculiar barrio de Génova. Abrió en 1976 en el local ubicado junto a la carretera. Era entonces un lugar populoso y más bien oscuro por entre cuyas mesas de madera corríamos los niños, mucho más impacientes que los de ahora, a los que les das una tablet y te aguantan sobremesas de cinco horas sin decir esta boca es mía.

En 1988, Can Pedro se trasladó unos metros más arriba, a la cima de la pequeña colina por la que asciende la calle Rector Vives. La barra del nuevo restaurante era -sigue siendo- uno de los lugares más animados de Palma. En una entrevista realizada con motivo de su jubilación, Pedro Esteban, fundador del icónico restaurante, desgranaba la lista de sus visitantes más ilustres: George Lucas, creador de la saga Star Wars, la plantilla entera del Bayern de Munich, los reyes de Jordania y el cuñado de Barcelona cuando se presenta, cada verano, en casa.