Se hace el silencio, dentro de lo posible en una multitud borracha, y comienza a sonar una saeta. La Confraria de Sant Sebastià y Sant Rescat, portado a hombros por miembros de Orgull Llonguet, se hallan frente a frente en la calle de la Llotgeta.

La música domina el ambiente en el santo encuentro y, solemnemente, la presidenta de la Confraria coloca un pañuelo verde a la imagen del colectivo amarillo. Tras ser bendecido con el brazo incorrupto del patrón de Palma, acaba la seriedad del acto -tal vez nunca la hubo- y continúa el jolgorio al grito de "¡Viva Sant Rescat!" y, por supuesto, "¡Viva Sant Sebastià!".

El pasacalles vespertino ha unido a las hermandades populares que han ido surgiendo en los últimos años y los pañuelos de todas ellas casi forman un arcoiris: verde, amarillo, azul y fucsia, aunque los dos primeros dominan por ser las más antiguas.

La alternativa a la fiesta oficial de los conciertos de la Revetla está tan consolidada y convoca a tantas personas que las calles del casco antiguo se están quedando pequeñas. Por eso, por la mañana, desde el balcón del Bar España y en una abarrotada calle Oms, un miembro de la junta de la Confraria anunció que están "negociando con Norma Duval el cambio de nuestra sede al Pueblo Español". A estas horas, la vía peatonal vuelve a estar de bote en bote, porque el pasacalles ha llegado y la marcha sigue.