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Sa Torreta

Los 500 años de La Criança

El edificio de La Criança en la calle Monti-sion. g. bosch

Educar a las jóvenes. Hoy puede parecer una obviedad, pero a principios del siglo XVI era una idea revolucionaria. Sobre todo si se pretendía instruir fuera de los conventos. Cierto que solo se pensaba en las mujeres de buena familia, pero aun así se trataba de una propuesta insólita en la Mallorca de hace medio milenio. Incluso era pionera en una Europa que rebuscaba en la sabiduría clásica e ideaba la corriente renacentista.

Un colegio de señoritas para que supieran leer, escribir y las artes. Esto fue La Criança, una institución cuya sede sobrevive en la calle Monti-sion, esquina con la de La Criança. A mediados de enero de 1518 -¡ha transcurrido medio millar de años desde entonces!- se aprobaron sus rígidas ordinacions o reglas. Cuando se ratificaron los estatutos, la institución ya llevaba algunos años en funcionamiento. Logró sobrevivir, con lógicas adaptaciones a los tiempos, hasta inicios del siglo XX.

La idea fue impulsada por el médico Guillem Caldentey, el abogado Jaume de Oleza, el sacerdote Gabriel Mora, y el canónigo Gregori Genovart, pero fue la firmeza y el empuje de la beguina Elisabet Cifre (1467-1542) quien dio forma y convirtió La Criança en una institución de prestigio en la que se educaron las mujeres de la nobleza mallorquina, algunas jóvenes con escasos recursos a cambio de atender las necesidades de las ricas y hasta la hija de un rey de Argelia, gracias a la intercesión de Carlos V.

Las normas a las que debían ajustarse las internas eran muy rígidas. Cualquier contacto con el exterior, fuera oral o visual, debía ser controlado por la supervisora. Todas las muchachas dormían en la misma sala y la rectora con ellas. El vestido debía ser "modest, procurant en ell tota limpiesa i endresa, però sense vanitat" y se renovaba cada seis años. No podían utilizar productos de belleza porque "la hermosura de una dona està en ser modesta i vergonyosa".

También había reglas que hoy no nos sorprenden, pero que hace 500 años eran avanzadas para su tiempo. Por ejemplo, que la rectora no podía "maltractar de mans ni de paraula" a las jóvenes.

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