Nadie pasa sin reparar en la curiosa calculadora del escaparate de la papelería Salvà, en la calle General Riera, 27. La antigua máquina "parece una artesanía hecha de plastilina", pero su rara forma y textura tiene una explicación que su dueño, cansado de repetirla, decidió escribir sobre un cartel que colgó junto al objeto expuesto en la vitrina de su negocio desde sus comienzos.

"Hace 35 años unos ladrones entraron a robar en una panadería. Lo robaron todo, dinero, registradora y todo lo que pudieron. Tuvieron tiempo de comerse algunos pasteles y beberse una botella de cava. Al final cuando se marchaban uno de ellos cogió esta pequeña calculadora y la metió en el horno. Y así quedó. Mi padre llegó para reponer la registradora y la calculadora dañada y el dueño la había tirado a la basura, le hizo gracia y pidió que se la diera. La conservamos hace más de 35 años".

Miguel Salvà señala que los protagonistas de esta historia "ya no están entre nosotros". Su padre junto a su socio, se quedó asombrado de que los ladrones no se hayan llevado también la calculadora Canon Canola, que en ese tiempo "era tan cara como comprar un ordenador ahora. Equivaldría a unos 600 euros, la gente la compraba a plazos". Lo más llamativo fue su manera de resistir al fuego. "Tan buenas las hacían" que Salvà todavía usa en su comercio una máquina idéntica a la que fue rescatada de la basura por su padre tras arder en el horno.

"Me han preguntado si está a la venta, pero no me quiero desprender de ella, forma parte de los recuerdos de mi familia", comenta Salvà. El coleccionista interesado le dijo que pusiera un precio y cuando le respondió que "por lo menos 500 euros, nunca más me volvió a preguntar". La calculadora que un día Salvà decidió usar como objeto de decoración, y hoy reina en la vitrina de esta esquina tan transitada de Palma, sigue despertando la curiosidad de todos los que por allí pasan. La prueba es que hoy estamos contándolo.