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Compraterapia

Cuando se siente la avalancha comercial en toda regla, como estos días, busque un objeto sencillo y barato. Aunque sea tonto y no lo necesite para nada...

Compraterapia

En los últimos tiempos, uno sospecha que todo funciona por el consumo. De hecho, la razón de vivir parece ser la adquisición constante de diferentes productos. Uno detrás de otro. Cada uno de ellos te promete la felicidad, te ilusiona. Pero si fuese verdad, todo acabaría allí. Con una compra bastaría para sentirse feliz. De manera que una vez has hecho la compra, el interés mengua. Y aparece otra posible adquisición. Y así ad infinitum...

Estas fiestas consisten esencialmente en comprar. Cenas, comidas, regalos, rebajas. Y la verdad es que resulta casi imposible sustraerse a la espiral de deseo consumista. Incluso cuando no tienes dinero, todo cuanto te rodea acaba por hechizarte, seducirte, despertarte apetencias comerciales de todo tipo.

¿Cómo luchar contra ello? La resistencia pasiva pocas veces da resultado. Por más estoicismo que uno le ponga a su empeño, los anuncios, los amigos, los familiares, los escaparates, las músicas, los catálogos, las webs... No hay manera de que no te inoculen el veneno del deseo comercial.

Descartada por lo tanto la negación frontal, sólo cabe una opción: la compraterapia.

Aceptemos que todos llevamos dentro un instinto de compra, desde la prehistoria y los fenicios a nuestros días. En lugar de negarlo se trata de sortearlo.

Yo recomiendo la terapia dilatada. Cuando se siente la avalancha comercial en toda regla, como estos días, busque un objeto sencillo y barato. Aunque sea tonto y no lo necesite para nada. Por ejemplo, una botellita de plástico de colonia con pulverizador. No valdrá más de un euro. Es un buen objetivo.

A continuación hay que mentalizarse durante días. ¡Cuánto la deseo! ¡Qué feliz seré con mi botellita flexible de color rosa! ¡Cuántas cosas podré hacer con ella!

El truco reside en dirigir el impulso libidinoso de la compra. Reconducirlo. Focalizarlo en ese objeto barato e intrascendente. Hacer que se impregne de deseo. Para que, cuando pase delante de un televisor enorme de plasma, piense: "Buf, ahora no lo necesito. Tengo la botellita flexible".

Deje que pasen unos días, y cuando el impulso comprador ya le esté venciendo, vaya a la perfumería y compre por fin el ansiado frasquito. No hace falta que lo utilice, porque una vez comprado ya no valdrá nada para usted. Lo puede tirar.

Lo que ha de hacer inmediatamente es buscar otro objeto placebo. Por ejemplo un cortauñas.

Y así, pasar hasta que se acaben las fiestas.

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