Mi padre tuvo en su vida muchos coches, le encantaba conducir y presumía de pericia. Solía contar que el café Niza tuvo mucha importancia en su vida, dado que fue allí -era la Mallorca de los 50- donde consiguió el carné de conducir:

­­-El examinador me citó en el Niza. Estuvimos hablando de los nuevos modelos de la casa Ford mientras él se zampaba tan ricamente dos ensaimadas y dos cafés con leche. Pedimos la cuenta y le dije que invitaba yo, a lo que me respondió: "Idò gracias, Santiago. Uy, qué tarde se me ha hecho; au, estás aprobado, pero ves aleeeeerta con el coche".

El Niza era uno de esos bares de antes: amplio, enorme para los parámetros actuales; hoy están de moda los bares boutique de cuatro o cinco mesas. Eran tiempos en que el metro cuadrado comercial en Palma no se tasaba a precio de oro y los parroquianos podían tomar su cafecito cómodamente instalados y con la chaqueta colgada de un perchero.

El Niza era tan grande que había espacio para las tertulias, otra costumbre que se ha perdido, tan lejana en este mundo de prisas y de horarios encajados como un tetris que nos parece un producto de ficción. Había tertulias musicales, taurinas, comunistas y de radioaficionados.

Los bares y hoteles de los 50 tenían nombres evocadores, de nostalgia de un mundo elegante: Palermo, Excelsior, Tropical, Nixe, Negresco. Hoy, son locales multiespacio con toque brit, neotabernas, food-trucks, chill-out, vermuterías gourmet y templos cafeteros. Pero bares, lo que eran bares hasta hace dos días, se abren pocos.

Los jóvenes solíamos quedar en el Niza si el plan vespertino o nocturno era ir a ver una peli a los cines Avenida o Abc (¿se acuerdan del Abc y sus pelis alternativas?); también recuerdo que en Navidad servían un estupendo chocolate caliente que me tomaba con la fruición de aquellos que todavía no se preocupan por guardar la línea.

El Niza cerró en 2009. Cerró el Moka y cerró el Triquet. Cerró el Lírico y ha cerrado el Cristal. Yo no sé qué será de nosotros cuando -Dios no lo permita- cierre el Bar Bosch.