¿Quién no tiene en la memoria a algún maestro al que describe como faro en su vida? ¿Quién no para de sonreír al entender, ahora que es adulto, el porqué de la persistencia de aquella profesora por hacernos leer un poema en clase? Myriam Fuentes Milani -Salamanca, 1966- lleva treinta y seis años cumpliendo un sueño forjado "desde pequeña" en un ambiente familiar propicio. "Mis padres han sido docentes. Mi padre estudió Derecho pero eligió dar clases. Abrió un centro concertado de FP y una academia de idiomas; mi madre era la jefa de estudios", cuenta.

Ella estudió Magisterio, además FP de grado superior y Filología Inglesa. A los veinte años se estrenó como profesora. El amor la trajo a Mallorca. Aprobó las oposiciones y en su primer destino, el IES Antoni Maura, ya se quedó. Es un centro de referencia. En él han estudiado desde la actriz Rossy de Palma, la cantante Chenoa, Martí March, actual conseller de Educació, y Toni Morante, director general de Planificación. En el 2013 el Instituto fue distinguido por alterar el sistema quitando las amonestaciones, para introducir el trabajo por proyectos y no asignaturas además de potenciar la parte creativa. Ahora están a la espera de resultados. Este curso se comprobará el nivel de abandono escolar, del fracaso, otro de los males que asolan a Balears.

¿Por qué cree usted que esta comunidad pincha en educación?

Es difícil de medir. Algunos alumnos han vuelto a sus países de origen y dejan los estudios; otros porque se van a hacer cosas externas o van a una FP básica. En Balears hay una gran inmigración no estable de personas que se van y vuelven, o no; algunos acusan problemas lingüísticos. Los trabajos estacionales provocan abandono escolar o falta de tiempo. Además al hecho de tener un título superior no se le daba valor. El monocultivo turístico no es beneficioso, promueve que no se valore a la educación.

Pero la sociedad educativa se vengó. Difícilmente se ve a los mallorquines movilizarse como lo hicieron en las protestas del Til. ¿Se puso usted la camiseta verde?

En alguna ocasión, claro. Para la dirección del centro fue el momento más difícil. Todos los esfuerzos concentrados en el Til y tratar de ajustar esa normativa imposible creó tensión. Además se convirtió en el monotema que enfrentó distintas visiones entre el profesorado. Se politizó. Mantener la convivencia entre los profesores y que a la vez nos afectara lo menos posible fue difícil. Lo positivo es que movilizó a los profesores por un interés común. El profesorado se empoderó.

¿Tuvo un saldo negativo para usted?

Una parte me vio como al enemigo. La mayoría sabía que me tocaba hacer ese papel, y ellos, el suyo. Nos enfrentaban pero no fue muy importante, aunque debo admitir que sí se degradó el buen ambiente que siempre había existido en el instituto, y que ha costado recuperarlo.

¿Qué le parece que la Asamblea de Docents se haya disuelto para convertirse en asociación profesional?

Veo positivo aprovechar aquella herramienta que, una vez acabada la lucha, se transforme en un foro de opinión y debate. Es una muy buena decisión.

¿Cuál es la población escolar del Antoni Maura? ¿Qué le define, ser torre de Babel?

Es de 1.800 personas. En la ESO hay alumnos de 27 países, y en todo el centro, 41 nacionalidades y desde luego diversas religiones. Creo que nos caracterizan el trato personal, cercano, humano. El Maura fue el tercer instituto que se abrió en Palma, y al estar en el extrarradio tuvo un sello especial desde el principio, que se percibe en el mismo edificio, del arquitecto Antoni Alomar. Creo que es un centro innovador, avanzado...

En el corazón de la Soledat y en el campo de pruebas del modelo de nueva ciudad del actual alcalde.

Si no lo conoces, podrían pensar que aquí hay problemas por la zona, pero no. Muchos interinos eligen volver porque hay mucha vida, empatía, la puerta está abierta. Ni los profesores ni los alumnos son un número. En cuanto a los cambios en la zona, está claro que la ciudad se acerca pero aún así hay muchos alumnos que apenas conocen el centro de Palma, por eso les alentamos a conocerla a través de la actividad Jo estim Palma con rutas que ellos mismos organizan. Cuando vienen alumnos de otros países de Europa organizan recorridos para enseñársela. En cuanto a los cambios en la zona, veremos cómo avanzan.

¿Usted firmó contra la instalación de la plataforma de contenedores de basura?

Sí, porque no me parece que frente al colegio, cerca del ambulatorio y de núcleo residencial sea el lugar más adecuado para colocar este aparcamiento, por más limpios que digan que van a estar.

¿Basta con la vocación para ser un buen docente o hay que recordar al niño que fuimos como apunta César Bona?

(Sonrisa) La enseñanza te obliga a renovarte cada año, eso es apasionante porque te renueva. La sociedad cambia, los alumnos son su prueba. Los profesores tenemos que adaptarnos.

¿Resilientes?

¡Si, tenemos que serlo! Una de las mejores cualidades de un buen profesor es saber adaptarse y ser flexible. Siempre funciona. Lo que necesitas es una buena actitud, querer a los niños, y que ellos sepan que lo haces por ellos. Ellos entienden que no estamos en el mismo lugar, que somos los que coordinamos pero no desde la autoridad.

Al IES Antonio Maura les premiaron por su método. ¿En qué consistió?

Hace cinco años hubo una crisis de convivencia con alumnos disruptivos. Hubo muchas amonestaciones pero vimos que no funcionaban porque ni ellos ni la familia les daban valor, y expulsarlos no arreglaba el problema. Por otro lado, observamos que había profesores que se estaban formando. De la necesidad de dar solución surgió un modelo de aprendizaje cooperativo, enseñar por proyectos y convertir al alumno en el centro de aprendizaje. La clave fui ir a ver centros de fuera, el de Sils y el de Spencer Kagan.

Finlandia, ¿es el modelo?

A nosotros nos decepcionó que faltase interdisciplinariedad y que había pocas reuniones de docentes. En cambio sí nos gustó cómo gestionaban los espacios. Hay que recordar que en Finlandia los profesores tienen gran prestigio social.

¿Han tenido algún caso de acoso escolar?

Algún problema puntual. Es un centro muy diverso, los alumnos están acostumbrados a la diversidad; hay que normalizar.