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Y el Negus habitó entre nosotros

El beso de la bailarina al rey de reyes en el Pueblo Español. Torrelló

Quizás algunos rastafaris sigan esperando que Haile Selassie I libere a los africanos del mundo. El emperador de Etiopía era para este movimiento la tercera reencarnación del Jah después de Melquisedec y Jesús. Sin embargo, las decenas de mallorquines que hace 50 años trataron con el Negus a finales de noviembre de 1967, debieron dudar con razón de que aquel hombre enjuto y de escasa altura fuera capaz de afrontar una labor redentora tan ingente como la que esperaban sus seguidores.

"Prometí volver... y aquí me tienen", comentó a las autoridades que acudieron a recibirle a Son Sant Joan. Había estado en la isla en febrero y regresó nueve meses después. El gobernante de uno de los países más deprimidos del mundo de alojo en la "suite más lujosa" del hotel Victoria, en el paseo Marítimo.

Se portó como un turista más durante sus cinco días de estancia en Mallorca. Visitó Lluc, donde escuchó el canto de los Blauets y dio muestras de su piedad, según las crónicas periodísticas de la época. Aunque Selassie ostentaba el título de 'Gran Protector de las Misiones Cristianas' no todo iban a ser rezos. Durante su visita a Palma hizo parada en el Pueblo Español y allí fue espectador privilegiado de un espectáculos flamenco. El Negus iba repartiendo monedas de oro de su reino entre quienes le agasajaban. Lo había hecho en Lluc y también entregó su regalo a la bailarina Eugenia Montes, que ni corta ni perezosa correspondió con un beso al líder etíope.

La historia del ilustre visitante de Mallorca no fue un camino de rosas. En dos o ocasiones fue depuesto del trono. La primera en 1936, cuando los italianos invadieron el país africano. Fue repuesto en 1941 gracias al apoyo del Ejército británico. En 1974 tuvo que abdicar forzado por un golpe militar de ideología izquierdista. Un año más tarde se perdió su rastro. Se supone que el 27 de agosto de 1975 fue asfixiado hasta la muerte por sus captores y enterrado bajo el piso de un baño del palacio. Sus restos fueron exhumados en 1992 y sepultados en la catedral de Addis Abeba. Triste final para el hombre que fue recibido en la isla como un estadista de talla mundial.

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