Es de sobras conocido que el siglo XVI fue una época de cambios profundos que afectaron a las estructuras políticas, económicas, sociales y culturales de una parte importante de Europa. España, y para el caso que nos ocupa, concretamente Mallorca, no fue ajena a todas estas transformaciones. Aquellos mallorquines que con curiosidad y atención oteaban el horizonte, vislumbraron la llegada de cambios profundos, cambios que podrían poner en jaque algunos de los cimientos en que se asentaba la sociedad regnícola de la época. Esos augurios asustaron a una parte importante de aquella sociedad, especialmente a su oligarquía que, siempre en vilo, guardiana y recelosa de sus privilegios seculares, utilizó las instituciones políticas y religiosas para intentar mantener bajo control aquellos tiempos tan cambiantes.

La institución política más importante era la Universidad de la Ciudad y Reino de Mallorca que estaba regida por los jurados. Como se sabe, este órgano fue durante siglos el encargado de gobernar la isla. A finales del siglo XVI esta institución contaba con más de trescientos cincuenta años de existencia, lo que le confería un cierto abolengo y respeto por parte de la sociedad mallorquina. En ese contexto aludido de cambios y reequilibrios en el campo del poder y las ideas, los jurados de la Universidad, controlados por la oligarquía, emprendieron una serie de iniciativas con el objetivo de reafirmar la "autoritas" de la institución insular mediante la alusión a su pasado. Emulando a las galerías de retratos que desde la Italia renacentista se estaban extendiendo por las cortes europeas, los jurados mallorquines decidieron empezar una galería de retratos de los antiguos reyes de la Casa de Mallorca, así como de otros varones ilustres del reino. La denominación tradicional era esa: "galería de varones ilustres", a pesar de que no se tardó mucho tiempo en incorporar también retratos de mujeres que habían destacado en la historia del reino.

En este mismo sentido, los jurados también impulsaron la creación de una historia oficial del Reino de Mallorca, que en palabras de Joaquín Mª Bover, serviría para "hacerse admirar por sus obras en las artes de la guerra y de la paz; que a dejar consignadas por escrito sus glorias a la posteridad: hasta que el grande y general Consejo balear y los M. Magníficos Jurados de esta ciudad y reino, que tan plausible memoria han dejado a su administración, a fines del siglo XVI tomaron en consideración un negocio tan conducente a la común honra y provecho. Al efecto nombraron un cronista general con dotación proporcionada a su trabajo y a la importancia del encargo, el cual era apuntar las ocurrencias notables relativas a la provincia, y dedicarse a la formación y arreglo de su historia, hasta entonces muy defectuosa e indigesta".

En un principio, los jurados encargaron una crónica del reino al historiador Joan Baptista Binimelis. Nacido en Manacor, Binimelis fue una figura destacada del ambiente intelectual mallorquín, en una época en que el Renacimiento estaba presente en todos los ámbitos de la cultura, el arte y las ciencias. En 1593 Binimelis entregó en tres volúmenes la Història general del regne de Mallorca, en lengua catalana (no localizada en la actualidad); obra que posteriormente amplió y revisó escribiéndola en castellano (1601). Aunque Joaquín Mª Bover en su Biblioteca de Escritores Baleares lo denomina el primer Cronista Oficial de la Ciudad y Reino de Mallorca, parece ser que nunca llegó a ser nombrado como tal. Tampoco fue aceptada su obra por parte de los jurados. Al parecer del historiador Gabriel Ensenyat, los motivos de este rechazo fueron tres: los excesivos episodios legendarios de la primera parte de la obra, cosa que, por su exageración y extravagancia, no fue del agrado de las autoridades; la desaparición de sus dos principales protectores, los hermanos Vich y Manrique, virrey y obispo respectivamente; y, por último, los problemas judiciales con los que se tuvo que enfrentar Binimelis, concretamente con la Inquisición, debido a las graves acusaciones de las monjas de un monasterio palmesano "por solicitudes indecorosas y por realizar prácticas deshonestas". Sea como fuere, Binimelis no acabó siendo nombrado cronista oficial y su obra tuvo que esperar a 1927 para ser publicada por la imprenta de José Tous, bajo el nombre de Nueva Historia de la isla de Mallorca.

No fue hasta 1630 que los jurados nombraron a Juan Dameto como el primer cronista oficial de la Ciudad y Reino de Mallorca. Tras su nombramiento, un año más tarde, Dameto presentó la primera parte su Historia General del Reino Baleárico (abarca desde la prehistoria hasta la muerte de Jaime II de Mallorca en 1311). Escrita en castellano, la obra fue publicada en 1633. A partir de entonces y hasta nuestros días, salvo algunas interrupciones, ha existido dicho cargo bajo la denominación de Cronista de la Ciudad y Reino de Mallorca (en los últimos siglos "antiguo Reino de Mallorca).

Tras la muerte de Dameto en 1640, fue nombrado cronista el historiador y militar Vicenç Mut (lo fue de 1641 a 1687) que continuó la obra allí donde la había dejado su predecesor, es decir, en el momento de la muerte del rey mallorquín Jaime II. Tras la muerte de Mut, vinieron años convulsos que desembocaron en la Guerra de Sucesión, lo que retrasó el nombramiento de un nuevo cronista hasta 1717. Substituida la Universidad de la Ciudad y Renio, por el Ayuntamiento de Palma, el consistorio decidió elegir a un joven que apenas contaba con veinticuatro años: Gerónimo Alemany. El joven cronista reescribió, con un estilo barroco más acorde con la época que le tocó vivir, la Historia general del Reino de Mallorca. Esta Historia General fue publicada parcialmente en 1723 por la imprenta de Pedro Antonio Capó. La falta de financiación municipal impidió completar la publicación de dicha obra. El prestigio de Alemany traspasó la frontera insular para extenderse por el resto de España llegando a ser académico de la Real Academia de la Historia y de la Real Academia de la Lengua. A Alemany le sucedieron dos grandes ilustrados: primero fue Bonaventura Serra (de 1759 a 1784); y tras su muerte le sucedió Cristóbal Cladera Company (1807-1812), uno de los mallorquines más interesantes de su época. A Cladera le sucedió Nicolás Prats (1815-1823); y a éste Miguel Salvà Munar (1832-1841). Este último, al ser nombrado obispo de Mallorca, fue sustituido por Antonio Furió (1841-1853). A Furió le sucedió Joaquín Mª Bover (1856-1865); luego fue designado Pere d'Alcántara Peña (1869-1906). En vida de Peña, en 1896, ya muy mayor, fue nombrado cronista Benet Pons i Fàbregues, ahora ya como funcionario municipal, que ostentó el cargo hasta su muerte en 1922. Los años convulsos anteriores al año 36 y la Guerra Civil retrasaron una vez más el nombramiento de un nuevo cronista. Finalmente, fue en 1949 cuando el consistorio palmesano convocó oposiciones para cubrir la plaza, la cual fue ganada por Juan Muntaner Bujosa, quien ostentó el cargo hasta su fallecimiento, en 1969. Un año después le sucedió Antonio Puente Munar, quien ocupó la plaza durante treinta y dos años, hasta su jubilación en 2002.

En la actualidad el empleo de cronista, junto a los cargos de archivero, secretario y oficial letrado sigue siendo uno de los más antiguos que conserva el Ayuntamiento de Palma.