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Sa Torreta / Palma escrita 9

Condena perpetua a silla del Born

El Born lleva siglos siendo el epicentro de Palma. Arxiu A. Muntaner

"En el Born, más que para el ruido, parece que todo está preparado para el noble ejercicio del sentarse... A lo largo, hay bancos de piedra, dispuestos para que se sienten las mayorías; hay sillas de hierro, enrejadas, para las clases superiores, y mecedoras en todos los casinos, para toda clase de asociados... Este sentarse en es Born es tan simpático, que no quisiéramos otro castigo, para nuestras culpas y pecados, que ser condenados a silla perpetua en este lugar de beatitud, calma y polvillo dorado".

Santiago Rusiñol dejó escritos en ´La isla de la calma´ los recuerdos de sus viajes a Mallorca.

Una expresión afortunada del polifacético artista catalán: "Condena a silla perpetua". El Born es el epicentro de la vida palmesana. Para la fiesta. Para el desfile militar o procesional. Para el carnaval. Para las justas caballerescas. Para el galanteo, el cotilleo y el dolce far niente.

En el Born confluyen la gastronomía -allí estaba el célebre restaurante Can Tomeu, sobre el que escribió Josep Pla-. La vida social, allí, como recuerda el propio Rusiñol, se concentraban los casinos de los militares, de los conservadores, de los señores agrarios... para ejercer el arte de la tertulia, el de las influencias o el del peloteo al jefe - quefe le llamaban los socios-. Al paseo iban los palmesanos para ver y ser vistos.

Hoy ha cambiado sustancialmente. Es cierto que aún hay asientos para sentarse gratis, pero la mayor parte del espacio ha sido ganado por los bares. Por tanto, sus asientos son de pago. Queda poco espacio para el paseo porque la parte central está saturada de sillas y mesas.

Sin embargo, la carencia actual más relevante de es Born son los palmesanos. Para los habitantes de la ciudad se ha convertido en un lugar de paso y radicalmente enfrentado con la calma y la pausa que le atribuía Rusiñol. Hoy es el dominio casi exclusivo de los extranjeros, que disfrutan del dolce far niente que el tiempo ha robado a los isleños.

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