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Negra noche

A lgunas veces, los fenómenos de la naturaleza son sobrenaturales. En un sentido metafórico, claro está. Pero nos están...

Negra noche

Algunas veces, los fenómenos de la naturaleza son sobrenaturales. En un sentido metafórico, claro está. Pero nos están sugiriendo que hay niveles de la realidad profundos, distintos a los habituales. Tan oscuros que nos cuesta penetrar en ellos. No acabamos de descifrarlos. Pero un hálito frío nos llega a la cara. Y sabemos que allí hay algo importante, aunque no seamos capaces de comprenderlo.

Es, por ejemplo, el fenómeno de la negra noche. Todas las noches son oscuras. Pero algunas añaden a la falta de fuentes de luz una tiniebla muy especial, consustancial. Casi metafísica. Que nos llega al final del alma y nos impresiona.

Es el recuerdo que guardo, por ejemplo, de una noche del año 2006. Debía trasladarme a Barcelona y cogí el barco nocturno. Creo recordar que era invierno. Porque había muy poco pasaje. El tiempo estaba tranquilo, pero no había luz ninguna en el firmamento. Unas nubes bajas tapaban incluso el titileo de las estrellas.

Nada más salir del puerto, me asomé a la cubierta de popa. La visión era impresionante. Las luces de la ciudad empequeñeciéndose, quedando atrás como si fuesen un espejismo. Y aquel mar negro como la tinta. Arrugándose en olotas grandes, pesadas, desmayadas. Como indicando la gran profundidad del fondo marino.

Me apoyé en la borda, y sólo había otro hombre contemplando la misma escena. Un poco más allá. Tardé en reconocerlo. Era Joan Miquel Roca Fuster, el pintor de mujeres y escenas clásicas. Cruzaba las manos mientras inclinaba la cabeza hacia el mar. Parecía la imagen de la pequeñez humana frente al infinito.

Me impresionó la correspondencia de aquella imagen con el contenido de muchas pinturas de Roca Fuster, que como escribió en su día Andreu Manresa, "con las metáforas de los muy trabajados pasteles y óleos traducían las euforias y abismos de su complejo mundo interior".

Abismo. Negro abismo. Esa era la imagen. Como no nos conocíamos personalmente, ni nos cruzamos una palabra. Seguimos contemplando el negro mar hasta la hora de ir cada uno a su camarote.

Roca Fuster murió en junio de aquel mismo año. Y cada vez que le recuerdo no puedo disociarlo de aquella imagen nocturna tan pictórica, tan trágica en cierta manera.

Negra noche.

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