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Apoyo institucional

Mestres d'aixa, un oficio en suspenso

Andrea Bertolin y Toni Covas se mantienen en un trabajo que se adapta a los cambios con dificultad. Piden apoyo institucional

Andrea Bertolin se dedica al interiorismo y restauración (dcha); Toni Covas es especialista en cascos de barco. pere joan oliver

Antonio Covas es catalinero. Nieto e hijo de pescadores -"mi abuelo era pescador y se envenenó con aceite de colza; tuvo que dejarlo, y montó una empresa de golondrinas en Palma y can Picafort"-, es uno de los pocos carpinteros de ribera que resisten. Hace diez años montó su propia empresa, Baleos, donde trabajan ocho empleados, entre ellos, su mujer. Se le reconoce por su pericia en la construcción, reparación y restauración de cascos de barcos. Por ello es reclamado por algunos de los grandes armadores que dejan sus grandes veleros en STP y Astilleros de Mallorca.

"Es un oficio que no puede crecer mucho porque arreglar este tipo de barcos es muy caro, y no todo el mundo puede. Lo máximo que pueden hacer muchos de ellos son chapucillas para seguir. Los jóvenes sienten pasión por este oficio pero hay poca demanda", expresa Covas. Él, con todo, no se puede quejar. Entre sus manos, las maderas del Creole, de Gucci, o el Moonbeam IV, en el que Rainiero y Grace Kelly pasaron parte de su luna de miel, están a gusto.

Glamur aparte, tras cada detalle de ellos, está el oficio de los carpinteros de ribera, y tras ellos, un maestro, el guía que ha cambiado sus vidas. En el caso de Toni Covas menciona a Joan Gayà, "al que por cierto, no le gusta nadar". Recuerda la huella de Joan Cardona. Y, no olvida, lo útil que fue el consejo de su jefe Jamil Missaguian, el dueño de Persépolis donde trabajó como restaurador de muebles: "Piensa más allá", me dijo.

Desde Nueva York, treinta años atrás, llegó a Mallorca el maestro de ribera, especialista en interiores, Andrea Bertolin. Nacido en Padua, tiene un taller en La Soledat. "En Main trabajé mucho con barcos de madera de diseño clásico. pero antes de eso, dejé Padua y me fui a Londres como fotógrafo y de ahí a Nueva York", cuenta.

Solo que su habilidad manual le llevó a trabajar en la construcción de escenarios y en interiorismo en casas. Me estresó demasiado. Mi hermano vivía en Mallorca y en 1987 me vine a la isla".

Andrea ahora está solo. Cuando el trabajo supera sus capacidades, acude a Toni. Comparten habilidades, se complementan, Andrea trabaja sobre todo en veleros clásicos, pero no se arruga ante los más modernos. Por ejemplo, hizo los soportes para kayaks del lujoso Venus que fuera de Steve Jobs. "Eran de plástico", ríe. Por supuesto, él los hizo en madera.

La lógica limitación de compra de maderas nobles es también un handicap. Toni Covas y Andrea acarician el tronco de teca de Birmania por el que Covas ha pagado 24.000 mil euros. Probablemente será la última. "No sirven todas las maderas para el mar.

A pesar de que su oficio está en el filo de la navaja, porque es muy especializado, costoso, y el día a día no favorece una gran demanda, sí reconocen que "en Palma, gracias a los Astilleros de Mallorca y a STP, se está alcanzando un nivel altísimo. El clima es favorable y son muchos los grandes yates y veleros que eligen Mallorca para hacer el invernaje. Muchos llegan desde Gibraltar. Palma se está convirtiendo en un destino para el turismo de mantenimiento de barcos", indican Toni y Andrea.

"Falta mano de obra. El 80 por cien son españoles; los extranjeros no se adaptan. Están bien pegados, pero a los españoles no se les reconoce. Y son muy buenos", opina Toni Covas.

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