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Palma a palma

Un gran sabio

Un gran sabio

Hay hombres y mujeres capaces de vivir en nuestra época, y al mismo tiempo en un siglo remoto. Lo adivinas por la expresión entrecerrada de los ojos. Por un cierto gesto de concentración en la boca. Por la mirada ligeramente ausente pero fija en algún detalle que a ti se te escapa. Porque a la vez que aquí, están igual en el siglo XV o el siglo XVIII.

Así fue Gabriel Llompart. Un gran sabio que nos dejó hace poco tiempo. Su capacidad de trabajo era muy grande, y el campo de su interés también. Fue uno de esos autores que encuentras inevitablemente en publicaciones o revistas especializadas de todas partes. A veces de lo más insospechado.

Afable y siempre dispuesto a una charla, me lo encontré en numerosas ocasiones. A veces, esperando en la farmacia para medirnos la tensión arterial. Mientras seguía ensimismado, me contó que una vez en Alemania tuvo que celebrar una misa y que se sintió "con una intensidad muy especial, casi mística". Y luego descubrió que tenía la tensión baja a casi 20. Era un placer hablar con él. Siempre tenía un conocimiento especial y raro que compartir.

El recuerdo suyo más pictórico que guardo tiene como escenario una de esas enormes superficies, donde los productos se amontonan hasta el techo. Grandes hangares. Un gentío comprando. Música. Productos y productos. De repente, por una esquina apareció el Pare Llompart con las manos cruzadas a la espalda. Mirándolo todo con una expresión de absoluto asombro, casi infantil. Con su aspecto de sabio despistado y despeinado. Me vio y me dijo con la boca muy abierta: "¡¡Es prodigioso!! Aquí hay de todo"...

Y se perdió, sumido en sus divagaciones de antropólogo y folklorista entre las estanterías llenas de tuberías, inodoros, mamparas, productos de baño y ducha.

Esa estirpe de los grandes sabios debería conservarse para siempre en nuestro recuerdo colectivo. Porque a veces sospechas que cada vez pertenecen más a otro mundo.

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