Acaba de recibir otro varapalo judicial, aunque no desfallece en el intento de ser "compensado de forma justa" tras la expropiación de su terreno de pasto. "Acudiré al Supremo y a la Unión Europea", afirma Juan José Arias, un pastor de ovejas y cabras que tenía una finca lindante a Mercapalma y que fue anexionada al mercado mayorista semipúblico para ser ampliado. "Me han estafado", tal como denuncia. "Sé que firmé unos papeles, pero porque me perseguían, me trasladaban de un sitio a otro, no sé ni a qué notario fuimos. Estaba malo, con estrés y depresión", recuerda del año 2012. Decidió acudir a los tribunales y ahora ha recibido la sentencia de la Audiencia Provincial de Palma que confirma el fallo del juzgado de primera instancia por el que se desestimaba su recurso.

Arias solo tiene palabras de agradecimiento hacia su abogada de oficio, María Aguilar, quien "se desvivió por defender lo que es justo", dice el pastor. Sin embargo, no ha sido suficiente por la inexistencia de pruebas sobre el "acoso y engaño" al que fue sometido, como añade. Con el nuevo letrado que le sea asignado ante el Supremo, tratará de demostrarlo y que le paguen por "daños y perjuicios desde 2007", cuando se inició el procedimiento de expropiación.

"Mi finca medía 9.972 metros cuadrados y me la valoraron por 500 metros cuadrados menos, y tampoco tasaron la servidumbre de paso ni el pozo. La finca que me dieron a cambio fue declarada en ruinas, aunque las otras que me enseñaron estaban mucho peor", recuerda. Para Juan José Arias, lo más importante era que tuviese terreno suficiente para alimentar a su centenar de animales, sobre todo ovejas y cabras, como una llamada Urdangarin, bautizada así en pleno escándalo del caso Infanta debido a que "se portaba muy mal. Ahora se porta mucho mejor, pero es la única que tiene cuernos", describe.

Problemas

La nueva propiedad es pedregosa y, cuando se la otorgaron, carecía de vallado. "Los animales se me escapaban por la carretera, por lo que tenía que sacarlos a pastar de noche -no hay tantos coches- y yo me quedaba dormido". Arregló este problema, aunque continúa con otros muchos, como tener que dormir en su furgoneta cada vez que llueve, ya que "el tejado de la casa está fatal. Las goteras me estropearon la tele y una vez me subí para arreglarlo y me caí. Me tuvieron que operar", relata. No acaban aquí las desgracias del cabrero: "La casa no tiene agua corriente y me metieron sin puertas ni ventanas ni tan solo váter", tal como enumera Juan José.

Solo pide un poco de "solidaridad y justicia" para poder vivir "tranquilo y con dignidad". "No pude ir al entierro de mi madre, en la península, por todo esto; tenía fiebre el día que me echaron de mi finca y a nadie le importó; tengo papeles de los médicos con todo lo que me ha pasado. Los de Mercapalma de aquella época me han arruinado la vida", concluye.