Hubo un tiempo no tan lejano en el que una cita con una persona en determinado lugar y a una hora concreta era poco menos que palabra de Dios. No podías enviar un whatsapp diciendo "Iré más tarde" o "Me ha surgido un imprevisto. Anulo. Que lo paséis bien". No había aplicaciones, no había móviles: había la hora del patio para quedar y listos.

El Barómetro era el punto de encuentro de muchos jóvenes de los años pre-Internet. Desde allí íbamos al cine Augusta o a Galerías Preciados o arrancábamos el paseo por las plazas en la Revetla de Sant Sebastià. Los viernes quedábamos allí para ir a pasar la tarde a la plaza de Santa Eulàlia, tomada por cientos de adolescentes con sus Vespinos, sus jerseys Amarras y sus gafas de sol Vuarnet.

Cuando llegaba Sa Rua, nos reuníamos en el Barómetro y, amparados por la sombra del arbolado, nos pintábamos la cara con gran profusión de risas y grititos. Si eras el primero en llegar, te distraías leyendo las distancias en kilómetros desde Palma a los pueblos que Gaspar Bennazar mandó tallar en uno de los laterales de la columna.

Recuerdo que un sábado quedamos temprano para ir de excursión. Había pasado más de media hora y Lorenzo, un chico valenciano que llevaba un par de meses en Mallorca, no llegaba. Alguien le vio deambulando cerca del Cine Avenida y le pegó un grito. Lorenzo llegó sudoroso:

-¿Dónde habíamos quedado? Me he pegado un paseo de narices; he visto el Bar Niza, el Bar Avenida, el Bar Cristal, pero el dichoso Bar Ómetro no lo he encontrado?

Pero los tiempos no cambian tanto, amigos, porque me han asegurado que los adolescentes de 2017 también quedan en la plaza España, aunque un poco más a la izquierda, en " es cul d'es cavall". He estado mirando en Google y parece ser que la impetuosa cabalgadura del Rei En Jaume se llamaba Bayard, que se parece un poco a Barómetro.