Frente a frente, rojo y amarillo, aunque no solo de Canamunt y Canavall, sino procedentes de toda Ciutat. Levantan sus pistolas de chillones colores bien cargadas de agua y comienza a sonar la Marcha Imperial de Star Wars en el Parc de la Mar. Nadie escucha al juez Berga, que intenta mediar, y la batalla se inicia con líquido fresquito e incoloro y confeti por doquier. Un millar de personas por cada bando entremezclan sus colores y sus gritos en la guerra más limpia y divertida vivida por los palmesanos, muy alejada de aquella del siglo XVI entre nobles de uno y otro barrio.

Los participantes la recrearon ayer, por tercer año consecutivo, cargando sus refrescantes armas en varias piscinas de plástico azul que la empresa municipal Emaya había llenado previamente. Los soldados, de casi todas las edades -muchos niños a hombros de sus padres-, tenían como objetivo no dejar a ningún adversario seco y algunos se lo tomaron tan en serio que hasta llevaron garrafas de agua de cinco litros. Las pistolas fueron lo más socorrido, aunque también se vieron artilugios más sofisticados, como difusores de productos del campo. En cuanto al atrezo, un participante dio la nota playera con una colchoneta cocodrilo y la zona de guerra no solo tenía serpentinas amarillas y rojas, sino también flotadores de diferentes colores.

El combate duró alrededor de una hora, aunque en el primer minuto ya estaban mojados casi todos, incluso un matrimonio que desconocía lo que acontecía en el parque y tuvo que cruzar por el campo de batalla arriesgándose a recibir un chorro de agua. Los que no quisieron ser disparados, se colocaron en un segundo plano con vistas excepcionales, Dalt Murada y, un poco más alejado, el puente entre el lago y la carretera de la primera línea.

Antes de la batalla, el juez Berga recomendó a las "12.769 almas y media" presentes, según él, que se marchasen, porque "el agua hace daño", pero nadie le hizo caso, por lo que las más de 3.000 personas vestidas de rojo, de amarillo, de ambos o de algún color neutral sufrieron las consecuencias en forma de diversión absoluta. Las muchas canciones conocidas que interpretaron los 30 miembros de la charanga Final Feliz animaron más si cabe a los participantes, que, tras el combate, hoy tienen que acudir al entierro d'en Berga, el único que ayer lo pasó mal.